Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Rock en el Festival

Atenazados por el miedo al fracaso nos movemos en la mediocridad. Sobran maestros de la crítica y faltan genios

Un compromiso profesional adquirido hace meses me ha impedido asistir a un evento del Festival Internacional de Música y Danza que será recordado durante mucho tiempo: la actuación de Miguel Ríos con la Orquesta Ciudad de Granada, dirigida por Josep Pons. Sin embargo, los ecos han llegado al aeropuerto de Roma, en el que tendré que pasar parte del día. Tras leer los periódicos o los mensajes de whatsapp, con alguna grabación incluida (sin flash, por supuesto), tengo la impresión de que lo del viernes en el Palacio de Carlos V fue un espectáculo inolvidable.

La apuesta era arriesgada. Era fácil que descarrilara el proyecto al no ligar bien músicos con estilos y formación diferente, no conectar adecuadamente con el público o por cualquier otra circunstancia a las que se enfrenta toda experiencia nueva. Pero parece que ha salido muy bien.

Más allá de la desazón por no haber estado allí, me alegro mucho del éxito. Y me alegro especialmente por los impulsores de la idea. Antonio Jara, Miguel Ríos y Josep Pons son tres genios, cada uno en su ámbito. Los genios se caracterizan porque son capaces de imaginar situaciones que otros no alcanzan a ver y actúan en consecuencia, sin miedo al fracaso. Así fueron capaces de imaginar hace un par de años esta singular fusión de rock y música clásica y han sido capaces de llevarla a cabo, con el apoyo del director del Festival, Diego Martínez.

Está claro que los genios no siempre aciertan. A veces, las cosas no salen exactamente como se habían imaginado. Y entonces aparecen los agoreros, los del "ya lo había dicho yo", dispuestos a machacar la iniciativa. Estos no son genios, ni mucho menos; suelen ser mediocres autoinvestidos de una aureola de autoridad moral. A menudo tienen buena fama porque al limitarse a criticar se equivocan poco pero son un lastre para la comunidad. La influencia social de este tipo de personajes conduce al estancamiento y la parálisis colectiva por el miedo al fracaso.

Mi impresión es que en Granada sobran maestros de la crítica y faltan genios. No sólo faltan personas capaces de aportar ideas innovadoras y con el carácter suficiente para ponerlas en marcha en cualquier ámbito sino que, como sociedad, no se valora positivamente la intención en ese sentido sino que, por el contrario, se penaliza crudamente cualquier fracaso. Por ello, atenazados por el miedo al fracaso nos movemos en la mediocridad. En este sentido, me alegro de que aunque sea en el reducido espacio de un espectáculo musical, una experiencia innovadora haya sido exitosa.

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