Mar adentro

Milena Rodríguez Gutiérrez

Rosario Hiriart

AMÉRICA Latina no está de moda. No, quién iba a pensarlo, en Andalucía. No, seguro, en Granada. Tampoco están de moda el exilio y los exiliados (pocos aquí quieren saber de esas personas que parecen venir del pasado, que llegan para recordar lo que no ocurrió nunca o lo que todos han dejado felizmente en el olvido; ¿no es acaso lo mismo?).

En estos tiempos en los que lo local, lo nuestro, mi nariz o mi ombligo, es lo único que cuenta, es un privilegio que en la ciudad exista un sitio como la Fundación Francisco Ayala; un lugar coherente con el escritor al que rinde homenaje, granadino del mundo. Un lugar en movimiento que, como aquella revista Realidad que pusiera Ayala en marcha, parece creado contra el dogmatismo de los sedentarios.

La más reciente actividad de la Fundación, el jueves pasado, convocó a la escritora y estudiosa Rosario Hiriart. Como suele ocurrir en la Fundación, fue un acto pequeño, pero entrañable. Rosario Hiriart, esa cubana del exilio, de Nueva York y de Madrid, habló de Francisco Ayala; de su tesis doctoral, dedicada al autor de La cabeza del cordero, uno de los primeros trabajos que se hicieron sobre su obra. Habló de sus famosas Conversaciones con Ayala, e informó que donaba a la Fundación unas cuantas cintas con muchas conversaciones más. Habló del profesor y del amigo; del escritor y del ser humano. Pero habló además Rosario de otras cosas. Por ejemplo, de Lydia Cabrera, sobre quien también ha escrito. Lydia Cabrera, vinculada, indirectamente, con la ciudad: es aquella mujer a la que Lorca dedicara su archipopular poema La casada infiel. Una mujer, Lydia Cabrera, que fue sin duda una gran escritora, y a quien Rosario reivindicó como precursora del realismo mágico.

Habló mucho Rosario Hiriart en la Fundación Ayala. Con sabiduría, con sencillez, con gracia. Y demostró que se puede, sin salir de Granada, hacer viajar a la gente por Nueva York, por Buenos Aires, por La Habana.

Habló en Granada Rosario Hiriart, generosa, de otros. Estaría bien que hubiera próxima vez. Y que fuera para hablar de sí misma, de su obra. Esperemos leyendo sus versos:

"Y se alejó la Isla. / Pensé meterla en una caja de cartón, llevarla / para dormir con ella y niña en estreno so-/ ñarte. Ayer, es hoy. Sangre en los dedos / de mar donde 'vivir la vida' fue pronunciar / tu nombre. Un ventarrón de acero y caminó / la aurora, perdido el rumbo sofocó el des-/ tierro. Lloró la pena. Se hizo muda toda / palabra, acariciaron sus senos pájaro, mara-/ cas, dentro. Viento helado, años oscuros, / ¿olvidados?".

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