La chauna

José Torrente

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Semana de prisión

En esta semana de prisión, Carles Puigdemont ha ejercido de sumo pontificador preso

A la misma vez que TV3 sigue su campaña de ensalzamiento de la sedición, justificando el golpismo sin rubor que los recate, los chicos de la gasolina a la catalana van en procesión amarilla hacia el chalé del juez Llarena.

Agrupados por la hermandad del CDR, sus desfiles han adolecido de tambores y cornetas, pero no del santo indepe al que ofrecerle sus profanas velas. La música del paseíllo, de estribillo facilón, sonaba con notas de demagogia cuasi facciosa. Es su chinpanpum de siempre. Exigen que la diosa justicia no les aplique la ley, que se levante la venda y les guiñe un ojo. Como si eso fuera negociable.

Sus héroes, imprescindibles en sus sueños de imposible grandeza, están entre rejas por orden de "Poncio" Llarena. La justicia de Roma no atiende a los tiempos de su política; tiene cronómetro propio. Así es desde que a Montesquieu se le ocurriera medir cada poder con su propio reloj de arena.

El resto de España se repartía a partes no proporcionales entre quienes vibraban con el arte en procesión y sus sentimientos cristianos; y los que preferían gozar del sol que tuesta las primeras pieles de la primavera junto a unas cañas. Mientras, los CDR y sus acólitos seguían en su cofradía del constante reproche. Era su semana menos santa, entre inciensos y velas de amarillo chillón, los más. Mares o montañas, con o sin nieve, los demás.

Pero a los escribas ateos, chistosos de su propia intolerancia religiosa, capaces de enhebrar una aguja con una horca de hierro cuando nadie mira, apóstoles de la iglesia errejoniana del quinto viento pablomonederiano, discípulos del neochavismo hispano que no puede con nuestras tradiciones (bien que lo intentan), les han robado protagonismo este año desde el tractorismo amarillo chillón.

En esta semana de prisión, Carles Puigdemont ha ejercido de sumo pontificador preso. Cuando volvía precipitadamente de Finlandia, el putu amu, a decir de Rahola y sus trolas, entre palmas del CNI, fue apresado en Neumünster tras su huida. En la cárcel está, rogando que abran las puertas de su sepulcro alemán, a ver si su resurrección política es posible. Y pidiendo que le ayuden a invocar la lluvia de euros que no le da su cielo para pagarle a tantos abogados como lo defienden en la Tierra. Semana de prisión de Puigdemont, con todos sus cuentos.

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