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Luis Chacón

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Sesentayochistas

Me enerva la hipocresía de la izquierda española, la misma que defiende la Cuba comunista

Las movilizaciones de pensionistas y el éxito de las manifestaciones del 8 de marzo han generado en muchos una cierta alegría, cuando menos, prerrevolucionaria. Ya ocurrió el 15-M. Y como siempre que algo así sucede, la referencia es única: el Mayo Francés. Incluso - quizá también ustedes lo recibieron- se hizo viral un mensaje que decía: En el 68 fueron los estudiantes, en el 2018 los jubilados. Es decir, los mismos. De ilusión también se vive. Porque no recuerdo yo haber leído en ningún sitio que caravanas de autobuses llenos de universitarios españoles cruzaran la frontera para manifestarse en París. Para ir a ver cine subido de tono a Perpiñán, algunos hubo. Pero para buscar la playa bajo de los adoquines del Quartier Latin y enfrentarse a los odiados flics, me temo que no.

Me enerva la hipocresía de la izquierda española. La misma que defiende la Cuba comunista y nos promete ese paraíso caribeño. Siempre recurre al alegre mes de mayo parisino pero nunca recuerda la Primavera de Praga y eso que ocurrieron a la vez. Aunque no es igual manifestarse en una democracia que hacerlo en una dictadura comunista. El Mayo Francés se desactivó cuando De Gaulle convocó unas elecciones que ganaron abrumadoramente la derecha gaullista y el centro liberal. La Primavera de Praga, en cambio, sucumbió bajo las orugas de los tanques soviéticos. Los aliados del Pacto de Varsovia violaron la independencia de Checoslovaquia y se plantaron en Praga, dando al traste con el socialismo de rostro humano que pretendía implantar Alexander Dubcek, el Secretario General del Partido Comunista de Checoslovaquia que acabó, afortunadamente para él, trabajando de guardabosques. Y así fue hasta que la Revolución de Terciopelo que hizo caer el comunismo y después liquidó Checoslovaquia, lo rescató de su destierro. Y si ahondamos un poco más en las diferencias, baste recordar a quienes simbolizaron ambas revueltas. Daniel Cohn-Bendit, Dany el Rojo, símbolo y líder de la rebelión estudiantil parisina ejerce como eurodiputado alemán desde hace más de veinte años. En cambio, a Jan Palach se le recuerda por haberse inmolado en la plaza Wenceslao de Praga para denunciar la dictadura soviética. Y hubo de pasar un cuarto de siglo para que una cruz de bronce incrustada entre los adoquines recordara el lugar de su muerte y la de Jan Zajíc, un mes después.

Y es que ya cansa tanta pose y tanta mentira.

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