Quousque tamdem

Luis Chacón

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Starbucks, go home!

Parece ridículo condenar a una ciudad como esta a vivir con el reloj parado en no sé muy bien qué fecha

La apertura de un Starbucks en la Gran Vía, junto a esa reliquia viva de la ciudad que son Los Italianos, ha provocado en los defensores de las legendarias esencias granadinas los mismos síncopes que entre los impenitentes adversarios de la globalización económica. ¡Qué tragedia! ¡Qué inmensa tristeza! Los malvados yanquis -los mismos que nos robaron Cuba, Puerto Rico y Filipinas, casi a la vez que la Gran Vía de Colón arramblaba con parte de la ciudad medieval- han puesto sus sucias zarpas sobre el corazón de la ciudad más bonita del mundo. Porque ya se sabe que ¡como Graná, na! Imagino que el granadinismo militante desayuna, almuerza, merienda y cena, tortilla Sacromonte, pipirrana, remojón y habas con jamón acompañadas de jallullas y salaíllas. Y jamás ha manchado sus blancas manos nazaríes con pizzas, hamburguesas, sushi o rollitos de primavera. ¡Faltaría más!

Supongo que lo llevan en la masa de la sangre. Y que ya sus abuelos se opondrían al establecimiento de unos heladeros venidos de más allá de los Alpes, poco después de criticar amargamente que una cervecera tomara el nombre sacrosanto de la Alhambra para comercializar un brebaje propio de los bárbaros del norte, tan alejado de los maravillosos vinos, esencia de nuestra milenaria cultura. Y es que la historia es así, lo que hoy es el alma de una ciudad fue un día, no siempre lejano, una novedad inadmisible para el inmovilismo militante. El parisino cruasán nació en Viena y el gazpacho, tan andaluz, hubiera sido imposible si no hubiéramos importado el tomate de América.

Uno de estos días voy a procurar que alguien me explique en qué momento exacto de la historia, un país, una región o una ciudad finalizan de modo definitivo su desarrollo identitario y deben quedarse congeladas e inmóviles hasta el fin de los tiempos. Parece ridículo condenar a una ciudad como esta a vivir con el reloj parado en no sé muy bien qué fecha cuando la única forma de mejorar es cambiar a menudo.

Fue Schumpeter quien popularizó el concepto de destrucción creativa que describe como en las economías de mercado, los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocio tras quedar agotados y no ser atractivos para los consumidores. Si no fuera así estaríamos aún pintando bisontes en las cuevas. O quizá, tampoco… que en tiempos de los abuelos neandertales no se ensuciaban las paredes de las cuevas con esos grafitis modernos, niño.

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