Editorial

'Subasta' de chicas en la discoteca

UNA discoteca de Granada organizó una fiesta para adolescentes menores de edad en la que, para atraer a los jóvenes clientes, se simulaba una subasta en la que los chicos debían pujar por las chicas con billetes del Monopoly. Los ganadores de la puja tenían derecho a pasar quince minutos en uno de los palcos del establecimiento con la subastada. El singular festejo formaba parte de las denominadas fiestas light que la discoteca organiza hasta las ocho de la tarde para chavales entre 14 y 18 años y en las que, según la empresa, no se sirve alcohol y está prohibido el tabaco. La idea de la subasta provino de un grupo de colaboradores que ya ha organizado otras convocatorias parecidas, como una sesión en la que las chicas con minifalda tenían derecho a una consumición gratis. La divulgación de la fiesta provocó ayer una airada reacción de casi todos los sectores: jueces de menores, Fiscalía (que ha abierto una investigación), el Instituto de la Mujer, el Defensor del Pueblo y el Ministerio de Igualdad. Machista, degradante, lamentable, triste e intolerable son algunos de los calificativos con que fue tachada la convocatoria. La discoteca, por su lado, asegura que era un "puro divertimento". Aun suponiendo que se tratara de un juego de adolescentes, el envoltorio publicitario de la fiesta no es de recibo. El simple juego de la subasta de chicas o de chicos resulta muy peligroso en una sociedad en la que la humillación, el envilecimiento, el machismo y la intransigencia se rebelan a diario como causas de conductas inapropiadas, algunas de ellas de extrema gravedad. La igualdad entre las personas, el respeto mutuo y el desprecio de una mercantilización que ocupa casi todos los ámbitos de la vida deben ser valores fundamentales en la educación de nuestro jóvenes. Fomentar entre los adolescentes, aunque sea con el fin de la diversión, valores contrarios constituye una contingencia grave. Ahora bien, las fiestas de la discoteca de Granada se organizaban desde hace tiempo sin que ninguno de los organismos encargados de la supervisión de los festejos públicos -en concreto, el Ayuntamiento- hubiera encontrado nada anormal. Resulta paradójica esa aparente transigencia con la riada de declaraciones que oímos ayer provenientes de las instituciones. La educación de los jóvenes nos incumbe a todos.

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