CON sólo dos diputados, uno catalán y otro asturiano, Izquierda Unida está a punto de lograr que cambie la política fiscal del Gobierno, basada hasta ahora en las rebajas de impuestos (el de Patrimonio, por ejemplo, se suprimió), aunque ya la semana pasada se subieron los de la gasolina y el tabaco.

La precaria mayoría parlamentaria del PSOE y la necesidad de más ingresos públicos para afrontar el gasto social inflado por la crisis va a obrar este milagro de comprometer al Gobierno (a cambio de ver aprobadas las grandes cifras de su presupuesto) a aumentar los impuestos a los españoles con mayores niveles de renta. Se vuelve así a la tradición fiscal de la izquierda y, aparentemente, sin ocultar el objetivo real de allegar fondos tras la bambalina retórica de la salud de los ciudadanos y la lucha contra la contaminación, como se hizo poniendo más caros los cigarrillos y la conducción.

Si se cierra el pacto PSOE-IU, antes del 1 de enero se aprobarán leyes para incrementar la progresividad del IRPF (a más renta, más elevado tipo impositivo), hacer que también sea progresivo el cheque bebé que actualmente premia con 2.500 euros a cualquier familia que tenga un nuevo hijo, con independencia de su situación económica, y cuestionar la deducción en la declaración de la renta de los 400 euros que se sacó de la manga Zapatero el año pasado, en una de sus ocurrencias más celebradas popularmente y más desdichadas al decir de todos los expertos sin excepción.

El acuerdo se cargaría también la llamada Ley Beckham, una norma en vigor desde 2004 que permitía a los deportistas profesionales extranjeros tributar el 25% del IRPF (como los españoles que ganan 17.000 euros al año) en vez del 43% que les correspondería por su nivel de ingresos. En 2006 al Gobierno socialista aún le pareció corta la rebaja y pasó el tipo del 25% al 24%, un puntito menos. Esta ley se elaboró para atraer a científicos extranjeros, pero en vez de venir cerebros vinieron cabezas (y piernas), particularmente de futbolistas de élite. La norma no se puede decir que sea injusta. Y no se puede decir porque en realidad es injustísima, agraviante e insoportablemente antisocial.

No puedo estar más de acuerdo, pues, con que se acabe con este privilegio, y también con la práctica demagógica de conceder cheques sin distinción y ayudas indiscriminadas. Al mismo tiempo, no dejo de considerar que este giro a la izquierda puede salvar los muebles de los socialistas en el corto plazo de la aprobación de los presupuestos generales del Estado de 2010, pero tal vez abrirá una grieta de desafección entre los sectores más moderados de su electorado, esas clases medias urbanas que en cuanto oyen hablar de subidas de impuestos se echan la mano a la cartera. Para esconderla.

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