Susana o Pedro

En la estampa goyesca que se avecina, queda por conocer quién quedará con el lomo contuso y la cerviz escarlata

Mientras el mundo se abraza de nuevo al vértigo, como quien encuentra un viejo amor de la infancia, la presidenta de Andalucía, doña Susana Díaz, parece que aún no ha encontrado su sitio, su amor, su fuego inmarchitable, y ahí sigue deshojando la casta margarita de la sucesión, sin que sepamos si marcha a Madrid, si se queda en Híspalis o si intenta el cauto malabar de la acumulación de cargos. Entre tanto, Pedro Sánchez sigue creciendo, como una sombra en el crepúsculo. Y la cuestión, el asunto, es averiguar si dicho crepúsculo es sólo el crepúsculo de doña Susana, o se trata de un incendio mayor, del ocaso del PSOE tal como lo conocíamos.

Digamos, pues, que hasta ayer mismo, Pedro Sánchez era Pedro I el Cruel, el aspirante voraz, el rey áspero y vertiginoso, y ahora ya empieza a conocérsele como Pedro I el Justiciero, sin que sepamos, hasta el momento, quién hará aquí de Du Guesclin, de aquel don Bertrand, caballero obsequioso, que regaló una corona ("ni quito ni pongo rey"...), pero en sentido inverso. Du Guesclin sujetó a Pedro I para que lo matara su hermano, Enrique II. Sin embargo, ahora existe la posibilidad de que sea don Pedro (este don Pedro montaraz e intrépido que, desde hace meses, viene haciendo las Españas), quien mande sujetar a sus oponentes. Y lo que uno se pregunta es si doña Susana Díaz está dispuesta a combatir, y a entregar el ánima en el combate, como sí lo parece su antagonista. Patxi López, tras su paso por el Congreso, no resultó hombre de gran arboladura intelectiva. Y el señor Madina acaso juegue a un juego demasiado refinado, o demasiado oscuro, para el electorado. En cuanto al señor Fernández, timonel de la gestora, su juiciosa bonhomía quizá no rinda fruto alguno en una sociedad abrupta y encolerizada. Pero este Sánchez de ahora sí se perfila como alto combatiente a garrotazos en el drama del socialismo ibérico. De modo que en la estampa goyesca que se avecina, queda por conocer quién quedará con el lomo contuso y la cerviz escarlata. Siendo lo más probable, a todo trance, que sea el propio partido quien reciba la molienda.

Pasan los días, pues, y uno ve que doña Susana cada vez tiene menos ganas de presentar batalla. Y que Pedro Sánchez va agigantando su estatura, como un Cid vivo y sin alancear. Uno ve, por otra parte, que de este choque podría surgir algo nuevo. Y que ese algo, caso de salir, bien pudiera llamarse Podemos.

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