La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Susanistas y pedristas en clave local

Cuando hace tres años Pedro Sánchez visitó la redacción de Granada Hoy, en plena campaña para las primarias del verano del 14, lo hizo con Jesús Quero de padrino. Lo defendió con vehemencia. Convencido de su carisma y su arrojo frente a un Rubalcaba en horas bajas que no tenía más salida que asumir en primera persona el fracaso de las urnas y dar un paso atrás. En aquellos momentos Pérez Tapias también competía contra el político madrileño -y contra Eduardo Madina- en la carrera a Ferraz, pero buena parte del socialismo granadino se había decantado por Pedro Sánchez. Corrijo: el grueso del PSOE de Granada estaba con Susana Díaz.

Y lo sigue estando. Pedro Sánchez fue secretario general del PSOE porque quiso Susana Díaz y el domingo 21 de mayo será la dirigente andaluza quien se mida en las nuevas primarias contra su antiguo protegido porque se equivocó. Tal vez sea la única parte de la historia que compartan pedristas y susanistas: el inicio de todo. Aquel mes de julio de 2014 en que el aparato socialista, con el respaldo de la militancia, entregó unas siglas centenarias a un completo desconocido sin cultura de partido y supuestamente maleable. Lo que ha sucedido en el intermedio, los varapalos electorales y el desgobierno, la pérdida de identidad del partido y la amenaza del sorpasso y hasta el 'no es no' con el mitificado congreso de la defenestración que evitó unas terceras elecciones en España, discurre en una completa contradicción. Dos relatos antagónicos que han abierto una brecha en el PSOE y han terminado sumiendo a las bases en una curiosa paradoja: los antiguos pedristas son hoy susanistas y sin que sepamos demasiado bien -al menos en Andalucía -cuánto pesa el cabeza de cartel, cuánto las ideas y cuánto la revancha.

La recogida de avales será el escenario del duelo inicial, pero no el único. Pedro Sánchez está aprovechando su condición fabricada de víctima para lograr apoyos frente a una Susana Díaz que quiere arrollar con un pie puesto en Ferraz y otro en La Moncloa. Es el trasfondo que empieza a vislumbrarse en una campaña que no ha hecho más que empezar: el primero ya se ha autoproclamado el candidato outsider intentando aprovechar los vientos favorables de los movimientos antisistema -del 'Brexit' a la victoria de Trump pasando por el no a la paz en Colombia- y la líder andaluza ha puesto la maquinaria en marcha con un mensaje de más largo alcance: es el momento de que el PSOE resucite y vuelva a convertirse en una opción ganadora. La disputa no es con Podemos sino con el PP. La alternativa no es entregar el partido como ha hecho IU sino recuperar el gobierno de España. Porque la campaña de Susana Díaz tiene una doble estación de llegada: la secretaría general del PSOE y la presidencia del Gobierno español.

A partir de aquí, emociones y razones entran en la batalla sabiendo que la integración sólo será un camino transitable para Patxi López. Lo que se juegan Susana Díaz y Pedro Sánchez es el todo o la nada y con un duro discurso en blanco y negro: ¿el partido del siglo XX o del siglo XXI? ¿el candidato a la izquierda de la izquierda frente a la candidata que coquetea con la derecha? Es evidente que importará la capacidad de cada facción para colar sus mensajes pero también será clave el proceso mismo. Las alcantarillas. Dónde se vota y cómo se vota. Y ello sin perder de perspectiva las quejas de los pedristas por la opacidad en la gestión del proceso y la supuesta "no imparcialidad" de la gestora y las críticas por los cambios en el sistema de primarias que aprobó el comité federal el pasado mes de abril: las agrupaciones más pequeñas votarán unificadas donde digan los partidos a nivel provincial -no en sus pueblos como hasta ahora-, se elegirá al candidato de primarias y una semana después a los delegados del congreso -no el mismo día-, los afiliados directos que se registren en Ferraz votarán en la agrupación provincial y no en la local...

Lo cierto es que no es ningún capricho la exigencia de los pedristas de limitar por arriba la recogida de avales: cuando Susana Díaz se enfrentó a Luis Planas en las primarias andaluzas de 2013, no sólo lo abrumó; lo anuló. Lo previsible ahora es que aplaste en Andalucía pero no al otro lado de Despeñaperros: ¿tendrá este primer duelo un efecto directo en la bolsa de indecisos? ¿la recogida de avales será el techo de Susana Díaz y el suelo de Pedro Sánchez? Porque luego vendrá la elección de delegados y el congreso. Y ahí, con el voto secreto (de verdad), la batalla será tan distinta como lo fue con Borrell o Zapatero.

Todo cuenta. Para reconstruir el PSOE nacional pero también el regional y el local. En Andalucía converge además lo orgánico y lo institucional con esa preocupante incertidumbre de poder en San Telmo -el debate de la sucesión corre en paralelo al viaje de Susana Díaz a Madrid- que el PP ve ya como la primera oportunidad real de toda la democracia para hacerse con el gobierno andaluz. ¿Creen que la foto de Sebastián Pérez con Luis Salvador de este viernes en Granada está al margen de expectativas y estrategias?

A nivel provincial, Teresa Jiménez se ha puesto al lado de Susana Díaz como lo hizo en su momento con Pedro Sánchez… por obligación. Como buena parte del partido. Incluso como los que quieren moverle el sillón cuando Granada celebre su congreso y toque aquí la renovación. Porque todo pasa por Susana. Para la salida negociada de Teresa -dejando posicionado a Entrena en la Torre de la Pólvora- y hasta para el desembarco rupturista de ¿Juanma o Noel?

Lo realmente apasionante es que todo está por escribir. ¿Y si Susana Díaz no arrasa? ¿Y si Chema Rueda acierta ahora apostando por el candidato aparentemente perdedor y decide presentarse al congreso de octubre abriendo una tercera vía? ¿Será entonces el turno de Guillermo Quero al frente de los socialistas de la capital? ¿De Paco Cuenca si acaba de forma abrupta su "negra" aventura en la Alcaldía?

Apasionante y desconcertante. Porque al final pesa tanto lo que se quiere construir como lo que se quiere evitar y destruir. También en el voto. La evidencia más palpable de la confluencia de piezas y escenarios que entran en juego es cuando, en confianza y con el compromiso del off the record, preguntas a susanistas y pedristas por sus opciones: ninguno convence. Pero sí convencen -sí interesan- más que el contrario. Así es la política; voluble y caprichosa. Tercamente imprevisible.

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