Juan José Ruiz Molinero

Tierra soñada por mí

ÁNGEL Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón Lara y Aguirre del Pino, Agustín Lara, renace, a los 110 años de su nacimiento -vio la luz el 30 de octubre de 1897-, como el bolero, con otra dimensión para los amantes de la música popular. El autor de Granada, -el himno de la ciudad que ha dado la vuelta al mundo y que ha sido interpretada por las mejores voces de todos los tiempos, desde que la cantó por vez primera el mexicano Pedro Vargas, hasta los tres tenores, con versiones espléndidas de José Carreras y Plácido Domingo o adaptada a conjuntos de banda u orquestales, con sello sinfónico-, se definía a sí mismo y a su obra, con esta afirmación: "Soy ridículamente cursi y me encanta serlo".

Exacta definición de lo que fue toda su música, con 445 canciones en su haber, de ellas, 162 boleros, entre piezas tan conocidas para los públicos de todas las épocas como Solamente una vez, Piensa en mí, María bonita -dedicada a uno de los muchos amores de su vida, María Félix-, Lamento jarocho, Humo en los ojos, Farolito, Humo en los ojos, Azul, Corazón y tantas dedicadas a temas españoles, como el universal chotis Madrid, y otras con recuerdos a Sevilla, Toledo, Murcia, Navarra o Valencia.

Los conocimientos musicales de Lara eran muy limitados. Recibió clases de piano, instrumento que manejaba no con mucha aplicación, sino para defenderse. Como ocurre en muchos creadores de canciones que, de alguna manera, llamamos populares, por su fácil apego al público a las que van dirigidas, lo que destaca no es la profundización compositiva, sino la inspiración. Le han llamado el Schubert Jorocho porque era un improvisador, un incansable creador de melodías que prendían pronto en el auditorio, fácilmente recordables, pegadizas y con una cadencia capaz de hacer mella en la sensibilidad más cercana e inmediata de los públicos más exigentes.

Lara, como tantos autores de boleros y tangos, sabía o intuía que su música iba a perdurar. No por sus valores musicales ni literarios, sino porque era sencilla y certera y, porque, sobre todo, estaba adobada de una especial sensibilidad que tantas veces se ha confundido con la cursilería. Hoy, contrasta con lo efímeramente que pasan títulos de autores y cantantes hechos a base de marketing y prensa rosa. El talento, en cualquier quehacer, pone los límites y desafía al tiempo.

Un talento, no exento de tópicos, que está presente en su universal Granada, tierra realmente soñada por él, que la visitó en 1964, cuando el Ayuntamiento de la ciudad le nombra Hijo Adoptivo, y le rinde un multitudinario homenaje popular en el escenario del Paseo de los Tristes, donde se montaban las representaciones del Corpus. Manuel Sola, alcalde y presidente de la entidad, lo llevó una tarde al Centro Artístico y nos lo presentó a los directivos -era yo entonces bibliotecario-, en cuyo salón tocó algunos compases de Granada, prácticamente sin abandonar el vaso de whisky que le acompañaba a todos lados. El 'Flaco' estaba ya tocado. Su intensa vida aventurera, su amor a los licores -hubo que desengancharlo prácticamente del Hotel Palace, donde se hospedaba- minaba su salud. En 1970 murió en México, del que elc ompositor veracruzano es todo un símbolo, uno de sus ilustres creadores, uno de los que más brillo y popularidad le han dado en esta parcela musical.

Granada tiene que estarle eternamente agradecida, sin duda. No habrá música que más haya repetido el nombre de Granada en radios, televisiones y escenarios de todo el mundo que la de Agustín Lara: una Granada que, tras infinidad de candorosos ripios de toros, sangreý termina con esta estrofa que ha hecho saltar infinidad de veces a los públicos de todos los lugares cuando la han interpretado las voces de Domingo o Carreras: Granada,/ tu tierra está llena/ de lindas mujeres,/ de sangre y de sol.

En la música hay lugar para todo, como es natural, desde la creatividad culta de Bach, Beethoven o Stravinsky, al flamenco; desde el bolero, la canción o la copla, al rock. Lo que ocurre es que hay que poner a cada uno en su lugar. Lara lo tendrá siempre en el corazón de la gente sencilla y, desde luego, de todos los granadinos.

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