INTERNET y sus múltiples aplicaciones nos permiten a todos aportar contenidos a la red. Si cualquiera puede convertirse en su propio editor o publicar sin la intervención de una editorial o medio de comunicación parece que el trabajo de especialistas y agentes de intermediación sería en principio innecesario. En el espacio virtual los contenidos se generan entre todos los usuarios sin ningún tipo de mediación. Esta dinámica nos puede llevar a pensar que en poco tiempo los editores desaparecerán y con ellos todos los eslabones de la cadena del libro. Sin embargo, lo que está sucediendo parece ser lo contrario de lo previsto. Es verdad que cualquier autor puede prescindir del editor para llevar su propuesta a la web esperando encontrar a sus lectores o tener al menos cierta repercusión en un colectivo afín. Son editores de sus propias obras y evitan de esta forma toda obstrucción entre autor y lector. Hasta ahora la experiencia de autores famosos y con millones de seguidores de publicar en primicia en Internet ha sido desalentadora, la mayoría de los lectores esperan su edición impresa.

El crecimiento desmesurado y sin límites de los contenidos, comunicación y circulación de información ha convertido la red en un lugar ingobernable y excesivo con 120 millones de sitios censados y más de 1.300 millones de usuarios, todos potencialmente creadores y distribuidores de contenidos.

Esta retroalimentación incesante hace necesario la presencia de filtros que ejerzan una mediación fiable. Cuando buscas información en una librería virtual aparecen muchos datos que a nosotros por lo menos nos parecen prescindibles, como el número de visitas que ha tenido ese libro, el listado anexo de obras relacionadas, los libros que también adquirieron los compradores de esta obra o la consideración que les merece la obra en forma de comentario o voto. .

Se habla mucho de la crisis de la mediación, sobre todo en lo que afecta a todos los estamentos implicados en el mundo del libro: autores, editores, libreros y bibliotecarios, porque el libro tal y como lo conocemos más que ningún otro producto cultural está en entredicho por algunos y considerado innecesario en un futuro inmediato.

Ante internet y sus ilimitadas posibilidades, el libro y todos los nobles oficios que lo sustentan parecían abonados a desaparecer. El exceso de ruido en la red hace evidente que la labor de intermediario profesional sigue siendo necesaria. El editor, el librero y el bibliotecario siguen siendo útiles y valiosos porque filtran, ponderan y seleccionan la información haciéndola más accesible a los demás.

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