Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Tranvía sin crisis

Estoy perplejo. La mente hasta se te pone positiva sin quererlo, y en Granada y todo

Escribo esto montado en el Metro mientras observo los rostros asombrados de los pasajeros que me rodean. Unos niños juegan a montarse y bajarse de las sillas. El vagón aún da tirones, es día de estreno. Viajamos como extáticos mirando por los amplios ventanales una panorámica inédita de la ciudad. El avance lento concede un mirar tranquilo.

La línea se abrió hace unas horas. Me leerán el martes siguiente cuando ya nos habremos acostumbrado más a la gran novedad del paisaje granadino. Los pasajeros somos aún más turistas en nuestra ciudad que apresurados usuarios de un transporte público. Granada, tan pequeña, se ensancha con cada nueva vista que ofrece y esta desde nuestro flamante y tardón nuevo tranvía-metro es inédita. Respiro. Podría quejarme de los diez años de demora y las mentiras, de que aún no hay transbordo al LAC y la Rober, de que el mundo no es perfecto y tal. Pero hay días en que paras de quejarte y hasta quieres disfrutar.

Respiro a la altura de Recogidas y disfruto al pasar por la estación de la naumaquia subterránea de Torrecillas. Hay días que sientes que las cosas se encaminan, en lo individual y en lo colectivo. Deseaba de verdad montarme en este trenecito. Sonrío como la mayoría de los que entran y salen y tocan todo tan nuevecito.

Los móviles no paran, hasta conexiones en vídeo con familiares y amigos; fotos de las estación subterranea con un ohhh contenido. Disfrutamos los papás, los abuelos, los niños. El estadio de fútbol del equipo que volvió a su sitio; el hospital nuevo, más dotado y tranquilo; se acerca Armilla.

Expectación y avalancha en el Nevada. Podrás venir de compras desde Albolote o Maracena hasta la otra punta y vuelta, y sin coche... No veas. El antiguo tranvía en el corazón de los que lo vimos. Mira que quitarlo. Pero este está más nuevecito. Este tranvía-metro granaíno nos ha hecho moelnos de refilón con sus kilometrillos subterráneos. Y metrópoli, menos. Y un día hasta haremos transbordos en Armilla, dicen.

Estoy perplejo. La mente hasta se te pone positiva sin quererlo, y en Granada y todo. Sientes algo de comunidad que se abre a una nueva etapa casi de puntillas, al paso lento de este trenecito. Llego a Armilla. Algo ha cambiado en la ciudad, en mí, en todo. Me siento feliz, agradecido.

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