Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Turismo de bocadillo

Todo el mundo tiene un precio y el nuestro equivale a dos noches de hotel

Antes de que el empresario de Benidorm Sergio Gambi patentara en 2007 la expresión "turismo de bocadillo", las instituciones del país estaban propiciando con sus políticas económicas que amplios sectores de la población desarrollen de manera inconsciente la tendencia a mirar mejor a los más pudientes. La penúltima iniciativa en este sentido la constituye el Bono Pernocta que facilitará y abaratará el acceso a la Alhambra y a los espacios históricos granadinos de aquellos viajeros que se alojen dos o más noches en hoteles. La ecuación es perfecta: si dejas más dinero a las empresas promocionadas con fondos públicos en Fitur y las mil y una ferias, y con miles de empleados sufriendo condiciones laborales vergonzosas, te saldrá más barato visitar los monumentos que mantenemos entre todos. El establecimiento del monocultivo turístico y la costumbre de tratar a los palacios y jardines nazaríes como a una vaca a la que hay que ordeñar hasta que no quede una sola gota de leche nos han conducido a esta suerte de prostitución, a esta venta al mejor postor, a despreciar la curiosidad y la sed de conocimiento del estudiante pobre que fuimos y del viejete jubilado que seremos.

El acceso a la cultura es baratísimo o gratis total en ciudades neoliberales como Londres, donde no se paga por acceder a los museos, o en países emergentes como India, donde la entrada al Taj Mahal cuesta diez rupias (trece céntimos de euro) a los ciudadanos del país, y mil a los extranjeros. Aquí, no. Aquí, lo contrario. Aquí, como en tantos lugares de la España turística, desigual y agoniosa que estamos construyendo, hemos restablecido el precepto que anima a dar más a quien más tiene. Por las mismas, y con lo que cobran, nuestros incontables trabajadores pobres estarían condenados a un exilio interior, no podrían ir más allá de Guadix sin que los considerasen apestados turistas de bocadillo. Todo el mundo tiene un precio y el nuestro equivale a dos noches de hotel. Loco estoy por que se inaugure el AVE. No para que lleguen más turistas, sino para abandonar con mayor facilidad esta ciudad levítica y desnortada en la que un pobre merece menos respeto y peor trato que un tipo con los bolsillos repletos. No extraña que la aporofobia, el rechazo al pobre, fuese declarada en 2017 por la Fundeu como la palabra del año. Acabaremos por multar el hambre. ¡Culto al dinero! ¡Clasismo turístico! ¡Moral de esclavos! ¡Zape!

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