Paso de cebra

José Carlos Rosales

Turismo interior

RECONOZCO que he cambiado de opinión. Antes consideraba inconveniente que cada Comunidad Autónoma regulara a su aire los derechos básicos de los españoles recogidos en la Constitución. Pero ahora ya no pienso así, ahora pienso que es estupendo que cada Autonomía legisle olvidándose del resto del país.

Lo comprendí el otro día en uno de los bares del barrio. Alguien me vio pensativo, con el periódico en la mano y adivinó sin esfuerzo la causa de mis meditaciones. La Junta de Andalucía ha fijado los procedimientos sanitarios y administrativos para que los andaluces podamos morirnos con más dignidad que en cualquier otro sitio de España. Yo miraba el periódico y alguien me miraba a mí. "Sé lo que piensas", me dijo acercándose con una copa de cerveza en la mano.

"Sé lo que piensas, porque yo también pensaba lo mismo que tú hasta que un día lo comprendí. No se trata de que los españoles ya no seamos iguales entre nosotros, de lo que se trata es de que ahora, para ser verdaderamente iguales, nos tendremos que cambiar constantemente de residencia autonómica, no todos los derechos nos los van a atraer hasta la puerta de la casa. Lo hacen así para promover el turismo interior. Piénsalo: si estás recién casado y vas a tener hijos, lo mejor es mudarte al País Vasco: en ningún otro lugar de España vas a tener los servicios sociales que allí tienen los vascos. Pero si estás soltero y te gustan los coches de alta cilindrada para pasearte por la noche y que te miren todas las mujeres, lo mejor sería que te fueras a Madrid: allí hay ayudas de Esperanza Aguirre con las que podrás fardar de coche por muy poco dinero. Por el contrario, si vas a divorciarte y no quieres perder a tus hijos para siempre, entonces el sitio de residencia ideal sería Cataluña: allí es más fácil obtener la custodia compartida, piensa también que allí hay una mayor cultura cívica para el arbitraje familiar. Aunque, ya sabes, cuando seas viejo y estés a punto de morirte, lo mejor será que te mudes a una ciudad andaluza; Granada, por ejemplo; aquí podrás morirte con dignidad, sin que ningún médico se encarnice con tu cuerpo, aquí ningún médico se empeñará en hacerte malvivir más allá de lo imprescindible."

Mi compañero de barra tomó un sorbo de cerveza y guardó silencio mirándome a los ojos. Su razonamiento era irreprochable: me había dejado sin argumentos, no sabía qué decirle. "Piénsalo", añadió. "Algunos políticos españoles han descubierto las ventajas turísticas de la desigualdad: son como esos niños que, hasta que no rompen el juguete, no lo sueltan. ¿Qué podemos hacer? Pues eso, turismo interior."

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