LA crisis no solo altera los precios, aprieta los mercados y pone al borde de la ruina a las empresas y a las instituciones. Pero además cambian los hábitos de consumo, incluidos los más arraigados, como irse de vacaciones en agosto. La imaginación trata de paliar los agobios económicos recurriendo a cualquier estratagema que permita mantener el placer de consumir pero a menor precio. Este verano habrá menos agobio en las playas. Las salidas serán más escalonadas y los hoteles y apartamentos tendrán demanda no sólo en el mes de central del verano. ¿La razón? Aprovechar los precios más baratos de las agencias y de los hoteles durante los meses anteriores o posteriores a agosto. Un viaje a Nueva York, por ejemplo, cuesta 200 euros menos de julio a agosto. Y 200 euros, en un viaje que cuesta entre 650 y 850, supone una cifra considerable. Cuando termine la crisis, o se suavicen sus efectos, nos vamos a encontrar con una sociedad con los hábitos de consumo alterados; desde las vacaciones al lugar de la compra. Todo sea por el ahorro.

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