La tribuna

Manuel F. Sánchez Blanco / Arquitecto

Vida

V ENIMOS de la nada para volver a ella en una perfecta simetría, donde su eje sería la edad adulta. Venimos de la oscuridad y a ella volveremos en un camino sin retorno siguiendo la flecha del tiempo. Ésta es una de las pocas verdades absolutas que poseemos los humanos; empeñarse en lo contrario es absurdo y además científicamente imposible.

Nuestra vida biológica está marcada por un límite llamado límite de Hayflick. Este marca el número máximo de divisiones que tienen algunas de nuestras células antes de morir, y este número es 50. Este límite, tan determinante, se basa en el desgaste de los extremos de las células llamados telómeros, que se van acortando en cada división celular; cuando los telómeros se acortan demasiado las células mueren. Así pues, aunque los humanos del futuro pudieran curar todas sus enfermedades, seguirían muriendo porque las células de algunos tejidos (por ejemplo las pulmonares) dejarían de dividirse y morirían. La gran paradoja a lo anterior es que sólo las células cancerosas son potencialmente inmortales, ya que fabrican la enzima telomerasa para alargar los telómeros y así dividirse indefinidamente.

La muerte no existiría sin la vida, y la vida no existiría sin la muerte. La primera aseveración es obvia, la segunda necesita una aclaración o unos ejemplos. La muerte de unos organismos es la condición de la vida de otros. Los animales situados en los niveles superiores de las cadenas tróficas necesitan comer a otros animales para subsistir (los carnívoros y la mayoría de los humanos). Los arrecifes coralinos se construyen por acumulación de innumerables esqueletos de pólipos…

La termodinámica es la ciencia que se ocupa de las transferencias de energía y de sus transformaciones, en concreto del calor en trabajo. La vida, según esta ciencia, es un sistema o estructura abierto que intercambia energía con el entorno. Físicamente la vida es un estado de desequilibrio termodinámico, pues sabemos que todas las cosas, y la vida también, tienden al equilibrio o a la máxima entropía, que no es otra cosa que el desorden, la degradación y la muerte (formulación de la segunda ley de la termodinámica según Boltzmann). Todos los cambios que se producen a nuestro alrededor son manifestaciones de esa degradación. En la naturaleza es imposible que estos cambios ocurran en sentido inverso. El tiempo fluye en el sentido que marca la segunda ley, del orden al desorden (flecha del tiempo), del desequilibrio al equilibrio. Los seres vivos luchan por mantener su orden, su organización, y su temperatura, es decir, por reducir su entropía.

Todo lo que antecede no es una meditación sobre la muerte sino sobre la vida, porque, como dijo Espinoza, "el hombre libre en ninguna cosa piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es meditación de la muerte sino de la vida". Somos criaturas situadas entre el todo y la nada, somos la nada frente al universo, somos el todo frente a la nada (Pascal). Nuestra vida en este mundo es insignificante en comparación con el tamaño del universo; la contemplación del mismo nos da la verdadera dimensión de lo que somos. Bertrand Russell decía: "La contemplación no sólo amplía el alcance de nuestro pensamiento, sino también el de nuestras acciones y nuestro afectos: nos hace ciudadanos del universo, y no sólo de una ciudad amurallada en guerra con las demás. En esta ciudadanía del universo consiste la verdadera libertad del humano, y su liberación de la servidumbre de las esperanzas y los temores estrechos".

Cuando el arco de nuestras vidas se complete y miremos hacia atrás un instante, tendremos que ver que no la desaprovechamos en cosas tontas e inútiles, sino que la empleamos adecuadamente en función de las circunstancias que nos tocó vivir. Sólo una sonrisa deberían descubrirnos, y sólo nosotros sabremos su razón. Les contaré una hermosa historia para terminar. Cuando Alejandro Magno se sintió morir, llamó a sus generales y les dijo: quiero que cuando muera porten mi ataúd mis médicos; que por el camino vayáis esparciendo todos los tesoros que he acumulado, y que mis manos sobresalgan por fuera de él. Los generales, extrañados ante las peticiones, le pidieron una explicación y Alejandro les contestó: mi primera petición es para que los médicos sepan que de nada sirve su ciencia cuando la muerte llega; la segunda es para que mi pueblo sepa que los tesoros que aquí conquisté aquí se quedan. ¿Y la tercera? Inquirieron sus generales: "Para que todos veáis que con las manos vacías venimos y con las manos vacías nos vamos".

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