Extramuros

José Antonio Montilla

Volar desde Granada

ESTOY en Roma. Ayer llegué al aeropuerto de Granada y dos horas después estaba en un tren con dirección al centro de la capital italiana. Sin tiempos muertos en los aeropuertos de Madrid o Barcelona; sin la angustia de perder la conexión y el riesgo, probable, de despistar las maletas en el trasbordo.

La importancia de la política de apoyo al aumento de los vuelos internacionales desde Granada no estriba sólo en el incremento de los turistas que nos visitan. Es mucho más. Implica una nueva concepción de la ciudad, de la provincia e incluso de esta zona de Andalucía. Una ciudad que tiene conexión directa con Roma, Paris o Londres, además de varios vuelos con Madrid y Barcelona, no es ya una ciudad provinciana, sino cosmopolita, abierta al mundo. No será fácil marcharse de un lugar tan bello para hacer negocios o desarrollar proyectos profesionales en otros sitios más prósperos cuando en sólo un par de horas puedes llegar a los grandes centros políticos y económicos de Europa y, por el contrario, puede resultar atractiva para instalarse a los que vengan de fuera.

Hay muchas cosas que mejorar: el servicio de taxis sigue siendo más aldeano que metropolitano, esperemos que por poco tiempo, y el metro debería comunicar el aeropuerto con la ciudad. Pero la premisa para que se produzca este cambio que ahora se atisba es el mantenimiento de los vuelos internacionales. Creo que estamos ante una de las grandes apuestas estratégicas que marcarán, en un sentido u otro, el futuro de esta tierra. Por tanto, hacen bien las administraciones y los agentes económicos en invertir para su consolidación. Todos lo ven así, salvo el Ayuntamiento de Granada. De pronto, ha anunciado su abandono del convenio que ha hecho posible en poco tiempo el milagro de comunicarnos directamente con las grandes capitales europeas. Dicen que ha sido un ataque de celos porque el protagonismo del proyecto lo tiene el presidente de la Diputación y no, el alcalde. Sin embargo, pienso que la razón es otra. Los que gobiernan esta ciudad no quieren que cambie su fisonomía. Están acomodados a esta 'Vetusta' en la que apenas nada ha cambiado en los últimos decenios; sólo animada por sus turistas de fin de semana a los que, por toda aspiración, se pretende subir a La Alhambra en escaleras mecánicas. Como buenos conservadores, miran con recelo cualquier cambio que altere el 'estatus quo' en el que han desplegado desde siempre su poder. Han captado que la consolidación de Granada como un aeropuerto internacional supone un cambio más profundo de lo que parece a primera vista y están dispuestos a impedirlo.

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