La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Un afiliado, un voto

Admitamos que la velocidad es distinta en los partidos, pero que el destino democrático debe ser único para todos

Es un sistema a consolidar en nuestra democracia futura el que permite a cada afiliado participar con su voto en la elección del líder que cree mejor para su partido político. Sin más intermediario que su decisión propia, sin que haya artimañas, remiendos postreros ni miedos añadidos a esa voz libre del afiliado común. Sería también admirable, oh utopía, que tras su voz, no se vieran consecuencias movidas por el rencor y la venganza. ¿La unidad no es eso?

Temer la participación libre, esa amplitud que se abre a la opinión de la gente, uno a uno, no va con estos tiempos que rumian un futuro distinto a lo que hasta hoy nos enseñó nuestra joven democracia representativa. Solo pueden asustarse de escuchar la voz de los compañeros de partido quienes temen perder el poder que muestran, esa cómoda ubicación que les cobija y refugia en un castillo que pretenden mantener inaccesible.

Son de admirar estos tiempos en los que el poder hegemónico, eso que algunos llaman baronías, debe someterse a la voz transgresora de su directriz por quienes llevan mucho tiempo desde la base aguantando imposiciones; que se rebela ante el único camino que le imponía hasta ahora la política tradicional, sin miedo a ser removidos hacia la cuneta del olvido.

Ha habido constantes ejemplos en los que el sobredimensionado liderazgo en los partidos políticos se había apropiado de la voz de los militantes, sin autorización expresa ni tácita, sino por imposición de la potestad que da ser quien parte y reparte. Esos tiempos del clientelismo chantajista que van pasando a mejor vida, pergeñaban una democracia subrogada y troceada de intereses muy particulares. Hoy vemos cómo van girando hacia un destino muy distinto al interés de esos lobbys internos, que se camuflan hablando de unidad, pero una unidad interesada solo como defensa de sus privilegios más que como afianzamiento ideológico colectivo. Admitamos que la velocidad es distinta en unos partidos que en otros, pero que el destino democrático debe ser único para todos.

A Susana Díaz, o sea, al aparato, la han votado en Andalucía unas 8.000 personas menos de las que la habían avalado. Porque en el voto secreto no manda el poder, la humillación probable ni la presión de quien te vigila. En ese sobre electoral no hay más fuerza ingresada que la conciencia individual. Esa será la grandeza a conquistar por quienes hagan de eso su guion futuro para el crecimiento electoral: la democracia interna y garantizada. Es el camino, un afiliado, un voto. No soy socialista, ni aspiro a serlo, pero su proceso de primarias abre la democracia hacia ese camino de apertura y participación libre, que comparto.

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