tribuna

Miguel Rodríguez De La Rubia Sánchez

Un año después de la crisis del pepino

SE cumple estos días un año de la crisis del pepino que estalló en Alemania y que tuvo unas consecuencias tan negativas para la agricultura de exportación española. Desde entonces, se han adoptado medidas importantes para la promoción de las frutas y hortalizas españolas, que han permitido paliar el desprestigio y la desconfianza temporal en nuestros productos, y confirmar a España como primer exportador mundial de frutas y hortalizas. Un solo dato ratifica esta afirmación: la exportación de alimentos ha superado por primera vez a la de automóviles en el primer trimestre de 2012

No obstante, si algo evidenció dicha crisis es la enorme fragilidad de nuestro sector productivo agrícola de exportación, en un mundo cada vez más globalizado. La simple acusación y declaraciones de la ministra de Salud de Hamburgo, pobremente asesorada y movida por el fácil instinto de buscar enemigos externos, generó una reacción totalmente descontrolada e irracional de los medios de comunicación, los gobiernos y los consumidores, penalizando a los productos hortofrutícolas españoles, sin discriminación ni criterio alguno.

En una primera lectura de lo sucedido, uno de los aspectos más positivos que podemos encontrar es que los sistemas de trazabilidad, basados en soluciones TIC específicas del sector, funcionaron a la perfección y de forma ágil durante la crisis, de manera que de forma casi inmediata se localizó tanto al distribuidor como al productor, así como el presunto lote causante de la alerta, lo cual permitió trazar toda la cadena de suministro, con fechas y manipulaciones ocurridas. De ahí que esta crisis haya puesto de manifiesto la enorme importancia que tiene lograr que todo el sector de la producción y distribución de frutas y hortalizas español implante y trabaje con los más modernos sistemas de control de calidad y trazabilidad en tiempo real, abarcando toda la cadena de distribución. Y esta tecnificación del sector, basada en soluciones TIC, no puede tener fisuras, puntos débiles ni excepciones pues, como pudimos comprobar hace un año, lo que se ve afectado es la marca España en todos sus productos, cosa que no nos podemos permitir siendo el primer país exportador mundial de frutas y hortalizas.

Desde Hispatec y por nuestra condición de expertos en software agroalimentario, revindicamos la tecnología como un instrumento de diferenciación para conseguir y preservar la seguridad alimentaria. Ésta contribuye de una forma muy significativa a la consecución del objetivo global de seguridad alimentaria, y favorece incrementar y preservar la calidad de los productos que se comercializan, asegurando así que lleguen al consumidor final cumpliendo con la normativa actual. Los sistemas de trazabilidad automatizada son un claro ejemplo de cómo la tecnología es una herramienta fundamental para garantizar la seguridad alimentaria. Si bien es posible que un producto perfectamente trazado no sea seguro, la implantación de un sistema de trazabilidad automatizada permitirá su rápida retirada del mercado, preservando de este modo la salud de los consumidores.

Más allá, es altamente deseable empezar a dotar a nuestros productos hortofrutícolas de más información. ¿Es lo mismo una cereza cualquiera que una de variedad Burlat, producida en el valle del Jerte, con métodos de cultivo ecológico validados y auditados, clasificada y seleccionada en una nave que integra trabajadores discapacitados y genera empleo local, y cuyo propietario de la explotación explica en un vídeo cómo se cultiva y realiza todo el ciclo? Se trata de dar una información que va más allá de los códigos utilizados en trazabilidad o control de calidad, debe ser comprensible y fácil de entender por unos consumidores cada vez más exigentes y que desean saber más. Y con ese objetivo en mente, actualmente existe tecnología y soluciones TIC que nos permiten conocer cómo se ha producido una hortaliza o una fruta, en qué ubicación, con qué técnicas de cultivo, clima, suelo, tratamientos, cuándo y cómo se ha recogido, cómo se ha manipulado o clasificado, y a través de qué canales y medios ha llegado hasta el consumidor final. Se trata de dotar de identidad propia a los productos, de su propio ADN, de establecer puentes entre el sector productor/distribuidor y unos consumidores cada vez más formados e informados, y generar mayores vínculos y fidelidad de los mismos, y como consecuencia, diferenciación y ventajas competitivas de nuestros productos.

Es por todo ello que debemos apostar de forma decidida por dotar de más tecnología de información a nuestro sector productor y exportador de frutas y hortalizas, convirtiendo a nuestros productos en verdaderos alimentos 2.0, con señas de identidad propias, que incorporen información viva y cada vez más rica sobre su origen y ciclo de vida. No podemos olvidar que producimos alimentos y vendemos salud.

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