Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Constelación Trump-Puigdemont

Los populismos nacionalistas son un peligro para la paz y la convivencia entre los pueblos y las personas

  • Fue una simpática ministra de Zapatero la que habló de las constelaciones políticas con motivo de haber sido elegidos como presidentes de EE UU y del Gobierno de España Barack Obama y José Luis Zapatero, con lo cual se garantizaba, según ella, una etapa de prosperidad. Hoy, podríamos repetir la constelación con un signo negativo, si reparáramos  en los populismos nacionalistas convertidos en un peligro para la paz y la convivencia entre los pueblos y las personas. Ahí está Donald Trump, cuyos actos, desde que llegó a dirigir la nación más poderosa del planeta, nos llenan de inquietud por la sensación de tener a un millonario caprichoso capaz de incendiar el mundo si llega el caso. Sus dos últimas acciones, como darle una patada a los esfuerzos para luchar contra el cambio climático  o resucitar los demonios de Oriente Medio, al reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, son muestras de su irresponsabilidad.

        No es de extrañar que entre los primeros entusiastas del millonario presidente figuraran el padre del Brexit británico o la extrema derecha europea de Marine Le Pen, vencida, por fortuna, en las elecciones francesas. Populismos de derecha –y de izquierdas– inquietan en el mundo. Si vemos los problemas internos de los países europeos, son preocupantes los nacionalismos excluyentes, en los que Europa tiene una trágica historia y que ahora mismo, los independentistas catalanes, con Puigdemont de  muñeco diabólico, están dando prueba de esa locura de jugar con los sentimientos de los ciudadanos con engaños de portentos futuros, creando, como ha ocurrido siempre, divisiones, odios y  convulsiones. Puigdemont  tiene en común con Trump el ser un irresponsable derechista  que no le ha importado, en su autoexilio en Bruxelas, unir a manifestantes con sus esteladas, llegados en autobuses fletados, como en el franquismo, o en vuelos charter, con banderas con los simbólicos pajarracos, a grupos de la ultraderecha o a neonazis, en un signo de solidaridad de la peor Europa, a la que considera, como recordaba, un “club de países decadentes y obsoletentes”.

         Si ganara Puigdemont en Cataluña el 21-D, supongo que alguna pitonisa del independentismo, diría que se han unido dos personajes claves en una nueva constelación universal: la de Puigdemont y Trump.

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