Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Cinco años

ME pregunto, mientras examino el plano del trazado definitivo del Metro por Granada capital, a dónde han ido a parar tantas energías malgastadas, tantos litros de saliva empleados en balde, tantas bravatas, alegatos y baladronadas, tantas páginas de periódico usadas en zurcir y desbaratar trayectos, qué ha sido, en fin, del tiempo perdido en rematar la dialéctica del absurdo. Yo y otros muchos hace tiempo que decidimos no tomar en cuenta las informaciones sobre el Metro, no por las informaciones mismas, claro, que han sido voluntariosas y perseverantes, sino por su contenido e intención últimos, volubles y mareantes.

Es más, incluso decidí no prestar crédito a los que fueron presentados como los puntos de acuerdo inamovibles; que si soterrado, que sin soterrar, que al aire libre o medio pensionista. Para qué, me decía, hacer ese esfuerzo de comprensión si sólo es una conjetura, el sueño arbitrario de una voluntad empeñada no en consolidar un proyecto sino en arrasar los argumentos del contrario tomando como pretexto el transporte metropolitano.

No creo que ningún convoy de tren o metro haya hecho, antes de que los obreros dieran el primer golpe con el martillo pilón, un viaje tan apurado, aleatorio y desproporcionado como el que ha recorrido en la imaginación de sus inventores el Metro de Granada. ¡Y eso que ni siquiera es un Metro sino una criatura híbrida de tren, tranvía y ferrocarril suburbano! Con estos antecedentes es normal que, mientras contemplo las líneas rosáceas del trayecto por fin consensuado reptar sobre el plano con una naturalidad desmedida, me asalte la intuición de que alguien nos ha tomado el pelo; o que cuando me fijo en los nombres de las calles por las que transitará el Metro tenga la sensación de vivir una experiencia atemporal, casi imaginaria, es decir, inverosímil.

Dice el alcalde de Granada que no es verdad que el itinerario que por fin ha conveniado con la Junta de Andalucía sea el mismo que hace cinco años pactó su antecesor, el socialista José Moratalla, con el Gobierno andaluz y que él mismo impugnó cuando llegó la Alcaldía. Bueno, exacto, exacto no lo es. Es igual salvo el giro por Villarejo para llegar a la Caleta y descender por los Paseos Universitarios. De acuerdo, pero que yo sepa jamás Torres Hurtado ni su partido plantearon la discrepancia sobre el trazado en este punto concreto. Si así hubiera sido, si el ser o no ser del acuerdo del Metro hubiera sido el desplazamiento hacia la Caleta, al menos se habría circunscrito la discordancia a ese preciso punto, pero no ha sido así, qué va.

El desencuentro -confiésenlo todos, por favor- ha sido más de orden político que, digamos, de ingeniería.

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