La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La antisistema en Ginebra

Después de enviar a Artur Mas al basurero de la Historia, Anna Gabriel se ha mandado a sí misma al estercolero del capital

Hemos mandado a Artur Mas al basurero de la Historia", se jactaba Anna Gabriel cuando la CUP impuso la defenestración de Mas y la llegada a la Generalitat de Carles Puigdemont, que tampoco es que haya sido precisamente un buen negocio para los independentistas: con Mas la secesión era un deseo imposible y con Puigdemont, un esperpento muy real.

Ahora Gabriel se ha mandado a sí misma al paraíso suizo que en su discurso de radicalismo anticapitalista debería ser lo más parecido a un estercolero. El templo del capital financiero y, hasta hace un rato y todavía en parte, el refugio del dinero más sucio y corrompido del mundo. La cara más conocida de la facción más rupturista del separatismo se ha cambiado de cara, se ha quitado el flequillo batasuno, ha intensificado su aseo personal, ha abandonado el uniforme de combate de la izquierda caviar y se ha marcado un Puigdemont: antes prófuga que declarando ante un juez español que puede enviarla a la cárcel, como a Junqueras y otros coherentes con sus ideas y consecuentes con sus actos. La más extremista ha resultado ser la más cobarde.

Para internacionalizar el conflicto de Cataluña, dice ella con la grandilocuencia impostada de la gente pequeña. En realidad, para ponerse a salvo de la acción inmisericorde del Estado democrático. A costa, claro está, de autodesterrarse por un tiempo indefinido, pero largo en cualquier caso. ¿O piensa, en su ensoñación delirante, que las masas que no salieron ni a defender la república catalana se echarán en la calle hasta arrancar una amnistía preventiva para ella?

Por si acaso, Anna Gabriel ha elegido un exilio acogedor y cómodo. Y también caro. He estado dos veces en Ginebra en mi vida. Entre una y otra los precios se habían duplicado. Nada más que el abogado que se ha buscado, especialista en derechos humanos y defensor de etarras, cobra un pastizal por cada hora que le dedica a su clienta. De modo que cabe preguntarse, en plan Josep Pla, que todo esto -más el palacete y el aparato de Puigdemont en Bélgica- quién lo pagará. No lo va a pagar ni el Govern intervenido de la Generalitat ni el Govern futuro que pudiera formarse, el primero por razones obvias y el segundo para no incurrir en malversación de fondos públicos.

Ya se están haciendo colectas en Cataluña para financiar a Gabriel. Que sepa que a Mas, en el basurero, no le alcanzó para la fianza y tuvo que hipotecar su casa.

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