Me llama poderosamente la atención que en un país con tan poca cultura financiera, donde se firmaban hipotecas alegremente y se contrataban complejas inversiones como quien compra frutos secos, haya tantos expertos -políticos, tuiteros, tertulianos y demás- que quieran explicarnos no sé muy bien con qué conocimientos, las causas, costes y consecuencias del rescate bancario, tras la publicación del Informe remitido al Congreso por el Tribunal de Cuentas.

Y es que empezamos mal. ¿Cómo se puede calificar de bancario el rescate financiero de las Cajas de Ahorros? De los 60.718 millones de euros acumulados de coste, se han dedicado a los bancos poco más de 300 millones -los que necesitó el Banco Gallego antes de ser absorbido por Sabadell- y a las Cajas Rurales la tremenda cifra de 114.000 euros -una hipoteca no muy grande- para la de Mota del Cuervo, hoy integrada en Globalcaja. El resto ha ido a las Cajas de Ahorros que, en contra de lo que nos prometieron los gobiernos de Zapatero y Rajoy, ni han pagado, ni van a pagar jamás los costes derivados de lo que eufemísticamente se llamó reestructuración del sistema financiero.

Pero centrémonos en los políticos que son los grandes interesados en ocultar bajo el mantra de la banca, ese monstruo, cualquier cuestión negativa que saque al aire sus vergüenzas respecto al mercado bancario. Uno de los principios de la propaganda de Goebbles es el de buscar, mediante la simplificación, al enemigo único. Y aquí lo han encontrado y desgraciadamente, lo han conseguido. La banca es culpable de las cláusulas suelo, los gastos hipotecarios, los tipos de interés... Y me pregunto, ¿dónde estaban durante esos años de abuso y oprobio a los ciudadanos el Banco de España, el gobierno, las Comunidades Autónomas, las Oficinas de Consumo, el Parlamento o los partidos políticos? Al parecer, unos de vacaciones y otros buscando acomodo y sueldo fácil en los Consejos de Administración de las Cajas de Ahorros. Sólo Catalunya Caixa y Bankia que fueron presididas por sendos exvicepresidentes de Gobierno, el socialista Narcís Serra y el popular Rodrigo Rato, suman casi el 40% del coste. Y es que resulta un triste sarcasmo ver como los mismos partidos que nombraban a sus amigos gestores de las Cajas se tornan hoy en adalides de la transparencia a toro pasado y lo que es peor, en propagandistas, otra vez, de la supuesta bondad de la banca pública.