Extramuros

José Antonio Montilla

El bando y las Cruces

COMO suele ocurrir a menudo nos quedamos mirando el dedo, esto es, el bando de la alcaldía que instaura la ley seca durante tres días en Granada, y nos olvidamos de mirar la luna, en este caso el sentido actual de la Fiesta de la Cruz. Merecen apoyarse todos los intentos por evitar que las calles de Granada estén llenas de personas borrachas, cualquiera que sea el día del año. Pero, constatado esto, debemos preguntarnos por el sentido de las Cruces en estas condiciones. Dice el famoso bando que esta fiesta "ha sido recuperada en su génesis popular" y se pretende "proteger la esencia de la celebración".

Dudo que pueda mantenerse la esencia de las fiestas de primavera que se celebran en Andalucía si no se permite tomar una copa al aire libre, charlando con los amigos. En todo caso, el único camino para conseguir esta cuadratura del círculo es mediante el refuerzo de su valor artístico, de forma que prevalezca el elemento cultural sobre el social (del religioso, ni hablamos). Es cierto que desde hace demasiado tiempo instalar una cruz era una simple excusa para colocar una barra. Entre cerveza y cerveza apenas nos fijábamos en el objeto de la celebración pero al eliminar las barras el rey se nos muestra desnudo; comprobamos que la inmensa mayoría de la cruces no tienen el valor artístico que corresponde a una ciudad cultural.

En todas las ciudades en las que existen fiestas de este tipo la ornamentación ha mejorado con los años. Ello se consigue trabajando durante meses en la preparación de lo que se ofrecerá al visitante el día señalado. No ha sido el caso de Granada. Salvo muy contadas excepciones, las cruces se preparan en las últimas semanas, con la buena voluntad de algunas personas, y poco más. Por ello, para que puedan sobrevivir unas Cruces abstemias debería fomentarse en serio la vertiente artística. Con muchos meses de antelación deberían preverse las cruces que se van a colocar, las asociaciones o entidades dispuestas a impulsarlas y, sobre todo, promocionar la participación de los artistas más destacados en su diseño y decoración.

La estructura metálica cubierta de flores con un par de mantones de Manila junto a las tijeras y la manzana debería convertirse en una obra de arte digna de admirarse, con o sin alcohol, que engalane los rincones emblemáticos de la ciudad. Hasta entonces nos refugiaremos en el patio de algún colegio, como lugares salvados de la ley seca, para comentar con los amigos que la cruz situada en el centro no da el nivel, siempre que nuestros hijos no hayan participado en su confección, claro está.

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