HACE algunos años, decidí que, abandonarlo todo por amor, al menos una vez en la vida, era una experiencia por la que merecía la pena pasar. No fue una historia definitiva pero la intuición no me falló y, más allá aún, recuerdo aquel trance como una de mis más acertadas actuaciones. Estos días, al volver a saber de Nuria Fergó, he dejado escapar por algún resquicio de mis sentires aquella historia mía para comprobar que, gracias a Dios, muchos seguimos creyendo en que, en cuestión del corazón, sólo el intento ya es una victoria.

José Manuel se llama el chico que, hace un año y medio, convenció a la cantante para que estableciera en Palma de Mallorca su centro de operaciones y, desde allí, viajase por toda España cumpliendo compromisos laborales como el de actuar, hoy mismo, en Sanlúcar de Barrameda, donde interpretará algunos boleros y coplas de Añoranza, el disco que lanzó en noviembre y que forma parte de un muy rico momento presente. "Vuelvo con Amar en tiempos revueltos a partir del veinticinco y, además, tengo un proyecto televisivo nuevo del que no te puedo contar nada por si acaso no sale", me explicaba la que es uno de los pocos nombres de OT que ha logrado después mantenerse en activo. "No hay secretos para esto. Sólo trabajar mucho y dar con la persona adecuada para que organice tu agenda".

En su caso, su compañero. Un productor dedicado en cuerpo y alma a la artista siguiendo la estela de otros casos similares que terminaron uniendo profesión y colchón. Desde Rocío Dúrcal y Junior a Manu Tenorio y Silvia Casas, el listado es interminable y, las claves para que funcione, impredecibles. "Nosotros somos un buen equipo. Él confía en mí y compartimos muchos sueños", prosiguió con exquisita sencillez. Casada, se siente sin necesidad de papeles. Ilusiones, como la de conquistar el mercado americano, les sobran.

Forman una pareja dispuesta a luchar por todo aquello en lo que creen. Para mí, la mejor estampa de lo que es la felicidad.