Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

En busca de Lorca

Encontrar sus restos, y los de quienes sufrieron una muerte a su lado, no abriría ninguna herida. Cerraría esté trágico culebrón

Ian Gibson, ese entrañable malafollá por osmosis nacido en Irlanda y afincado ahora en Madrid, volvió ayer a la ciudad. Lo hizo para hablar en la Feria del Libro de la edición actualizada y con nombre abreviado de La represión nacionalista en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca. El texto, editado por Ruedo Ibérico en París en 1971 y ganador del Premio Internacional de la Prensa, es la biblia, el libro de los libros sobre la muerte del poeta. En él se recogen decenas de testimonios orales y muchísimos de los escritos editados sobre los angustiosos días finales de Federico. Lo leí en dos golpes de insomnio, los de las noches del miércoles y el jueves, con un ritmo vertiginoso, y la sensación de que me encontraba ante una novela de terror, pese a saber que los hechos narrados son reales. Cuando salí a la calle, camino de la presentación en Puerta Real, no pude evitar ver otra ciudad, la habitada por los descendientes de miles de represaliados en lo que Gibson llama "el holocausto granadino". La misma en la que muchos verdugos pasaron por hombres ilustres durante el franquismo e, incluso, alguno de los primeros años de la Transición.

La muerte temprana del comandante Valdés (1939) y del General Queipo de Llano (1951) posibilitó la exculpación de quienes participaron con entusiasmo en la represión, que lograron eliminar cualquier prueba que los implicara o refirieron que se limitaron a cumplir órdenes. Del resto se encargó el tiempo. El autor irlandés precisó que sigue considerando como principal responsable de la muerte del poeta a Ramón Ruiz Alonso, el diputado de la CEDA y linotipista del diario Ideal que llamaba a Lorca "el de la cabeza gorda". Nuevo dijo poco. Pero importante dijo mucho. La Junta de Andalucía debe investigar con un juez de por medio con el objeto de averiguar dónde se encuentran los restos, que él continúa situando en el parque de Alfacar. Sus declaraciones preceden a la pregunta que con un fin parecido hará próximamente el diputado de Podemos Jesús de Manuel en el Parlamento andaluz y a la petición de que se realice una cata arqueológica que formula la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación. Lorca no es sólo el desaparecido más famoso del mundo. Lorca eran todos. Encontrar sus restos, y los de quienes sufrieron una muerte cruel a su lado, no abriría ninguna herida. Cerraría esté trágico culebrón.

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