Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

El café andaluz

El 28-F fue más un grito de rebeldía a ser considerados ciudadanos de tercera, que un clamor nacionalista

Cada vez que recordamos aquél 28-F, en el que reclamábamos una autonomía en igualdad con las llamadas regiones o nacionalidades históricas, quizá las nuevas generaciones olvidan que lo que los catalanes y vascos llamaron despectivamente 'café para todos' fue más un grito de rebeldía a ser considerados ciudadanos de tercera que un clamor nacionalista. Lo hubo, sí, en los comienzos de las reivindicaciones andaluzas, cuando el joven García Caparrós murió tiroteado en las masivas manifestaciones soberanistas del 4 de diciembre de 1977. Los partidos nacionalistas (PA-PSA), por unas u otras razones, fueron desapareciendo de la escena política, lo que llevó a que Andalucía no tuviese una voz reivindicativa, con sello propio, en el Parlamento de Madrid y en el resto de las instituciones del Estado. Los que no somos nacionalistas, aunque sí defensores de la riqueza de identidades no excluyentes, hemos echado de menos que los partidos de ámbito estatal no hayan recogido las inquietudes de una región y las necesidades de la misma y de sus ciudadanos.

Desde que se configuró el Estado de las Autonomías, los gobiernos andaluces del PSOE, con el apoyo circunstancial de otras fuerzas como Izquierda Unida, hasta hace poco, y actualmente Ciudadanos, no han dado cumplida respuesta a esos problemas lacerantes y, sobre todo, al sentido de igualdad, tantas veces proclamado. No ya al PSOE que ha gobernado la región hasta hoy, sino cuando ha estado en el poder central, como ha hecho y viene haciendo el Partido Popular, les ha preocupado demasiado el asunto, fuera de mantener sus poderes y clientelismo, con lo que hemos llegado a una Andalucía invertebrada, con graves desigualdades internas, con la tasa de paro más alta de todo el país y de la UE, con un déficit de estructuras -sobre todo ferroviarias- y un 43% en riesgo de pobreza, según recientes estudios.

Cada 28-F constatamos que no hay demasiadas cosas que celebrar, salvo medallas, reconocimientos, juegos florales y fiestas diversas, con ese tinte folclórico que hemos detestado, porque no refleja la importancia cultural de una Andalucía universal. Pero aquél sentimiento reivindicativo no debemos perderlo, ahora que algunas regiones insisten en aumentar la desigualdad, que es lo que en el fondo pretende el secesionismo catalán y al que algunos políticos de una supuesta izquierda quieren contentar, para que se queden, con diferenciaciones de trato y rango en esa entelequia que llaman federalismo asimétrico, que cree regiones -o naciones- de primera y de tercera, otra vez.

Habrá que estar atentos a esos nuevos-viejos robos. El café andaluz debe tener los mismos grados que el catalán, el vasco o el gallego, aún reconociendo las identidades y sabores propios.

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