Cambio de sentido

A la calle me salí

El terror se propaga por los medios y redes y llega las calles. Si el miedo es libre, nos convertimos en esclavos

Y a to'l que yo me encontraba/ le preguntaba por ti", dice una hermosa y desesperada voz popular. Soy y elijo ser de este lugar del mundo donde la gente a cuerpo se echa a la calle. En el pueblo, la casa y su cuidado se prolonga más allá de la puerta, y se barre la acera, se enlucen las fachadas y todavía se sacan en estío las sillas y la charla al fresco. En esta ciudad, la calle sigue viva y cierta a pesar de que hay mercados de mentira, y un montón de veladores, y tanto coche por lo ancho, y londonizaciones en el centro y apologetas del cada mochuelo a su olivo. "¡Hasta luego, vecina!", oímos a nuestro paso por el barrio. "Luego te veo, primor" -respondemos. Ágora y mentidero, proscenio y plazoleta, callejones, parques, jardines… en nuestra cultura, la calle no es -no todavía, no del todo- mero lugar de tránsito y estacionamiento previo pago, sino espacio de encuentro, reunión, convivencia, celebración, manifestación, paseo, juego. Todo un modo de vida.

En estos locos tiempos, a la tendencia de pervertir lo común y convertir nuestras calles y vecindarios (y, con ellos, la manera de convivir y relacionarnos) en cosa ajena, digna de desconfianza, despersonalizada, intolerante y falsa, se suma ahora la epidemia del miedo a los atentados. El terror prende como la estopa y bien que se propaga por los medios y redes y, con ellos, por las calles. Si el miedo es libre, nos convertimos en sus esclavos.

La junta local de seguridad de Sevilla aprobó ayer lunes nuevas medidas contra el terrorismo. Hagan las policías lo que le es propio en una sociedad que no piensa retroceder en sus valores, derechos y libertades para prevenir atentados en esta ciudad abierta -que la Sevilla de las trece puertas y los cinco postigos no es, manque les pese a los más cerradillos de mollera, de esta época-. Hagamos los plumillas todos, en especial los vendidos al espectáculo y los propensos al espantijo, el favor de recordar nuestra función social como periodistas en un Estado democrático. Y hagamos las gentes de a pie auténtica defensa de nuestro modo de vida: poblando como siempre las aceras, aportando andares a las calles, no consintiendo que ni la amenaza ni nuestra respuesta nos deje en casa. Quien no tiene miedo es una temeraria. Quien deja que el miedo le aprese es un timorato. Valientes sois quienes os enfrentáis al miedo en nombre de las cosas que merecen la alegría. Por ello, aquí van, para ustedes y su ejemplo, mis gracias. Nos vemos en las calles.

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