Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La calle

El sistema político parece incapaz de dar respuestas a las preocupaciones que tiene la gente normal en sus casas

En lo que llevamos de mes, las calles se han llenado varias veces de gente que piensa que el sistema político no da respuestas a reclamaciones básicas de la sociedad en la que vive. Primero fueron las mujeres, la mitad de la población, que se sienten injustamente postergadas y discriminadas y que creen que ha llegado el momento de decir basta; luego, los pensionistas, que consideran, cargados de argumentos, que tras aguantar como sostén de las familias en lo más duro de la crisis, ahora se les priva de participar mínimamente de la recuperación económica; y, por último, una parte significativa de la población que piensa que nuestro sistema penal renuncia a tener medidas para responder con contundencia a crímenes que horripilan a cualquiera, como el asesinato alevoso de un niño.

Es cierto que hay una estrategia de determinadas fuerzas políticas, las situada en los márgenes del sistema, para volver a incendiar la calle dado que su presencia en las instituciones no les está dando los rendimientos que ellos habían previsto. También es cierto que cada una de las tres oleadas que hemos mencionado responde a motivaciones distintas: la revolución feminista es un fenómeno global que tiene en España el reflejo que corresponde a una sociedad desarrollada y que no ha hecho más que empezar; los pensionistas ven cómo se merma su poder adquisitivo sin que se les diga otra cosa por parte del Gobierno que deben estar contentos porque la cosa irá a peor,y el movimiento por la prisión permanente responde a una pulsión social derivada de hechos concretos capaces de conmover cualquier conciencia.

Pero hay un denominador común: se trata, sobre todo en los dos primeros casos, de capas muy extensas de la población que ven cómo desde la política no se da respuesta a exigencias ampliamente compartidas. El mensaje que se envía desde la calle es que la agenda -ahora se llama así- del Gobierno, del Congreso o de los partidos no sintoniza con las preocupaciones que tienen en su casa millones de españoles. Este es un fenómeno que no es de hoy, pero que está adquiriendo una dimensión nueva: hasta ahora eran sectores fuertemente politizados los que se manifestaban, ahora es la gente normal, con preocupaciones igual de normales que ellos. Mientras tanto, la política parece que sigue perdida en sus propios laberintos, sin ofrecer respuestas más allá de los lugares comunes que escuchamos cada día. La cosa es para tomársela en serio.

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