TUVE a bien elegir para vivir una pequeña calle que apenas da para ser calle, aunque, eso sí, tiene un comienzo y un final que da a otras calles y se gana con eso el rango de calle, que no de callejón. Puede parecer algo sin importancia, pero a mí me gusta que mi calle esté unida a otras calles porque así se hace manzana y después barrio y al mío lo llamaban antes el de Axares, que quiere decir el de los elegidos, aún sintener muy claro si lo elegimos a él o es él el que nos elige a nosotros, nos prueba durante un tiempo y luego decide si nos acepta o nos arroja con desdén hacia otros barrios.

Mi calle y mi barrio tienen eso que se llama encanto y será por el encanto que en el Ayuntamiento le están arreglando el PEPRI.

El PEPRI no es ni una alcantarilla ni un sistema de alumbrado nuevo, ni siquiera el dobladillo del vestido, sino más bien algo así como las normas que hay que aceptar para pertenecer a un club selecto: "O se pone usted corbata o se va del barrio", parece que le dicen a las casas de mi calle y por eso, más o menos, acaban pareciéndose todas en el entallado de la chaqueta y en el largo de la falda.

El PEPRI nuevo de mi calle, estoy seguro, se ocupará de rejas y de tejas, de huecos de ventanas y de alturas y, sobre todo, hará el "catálogo" de las casas que se merezcan pertenecer al club. En el PEPRI, como en las colecciones de temporada, el catálogo es muy importante aunque, la verdad, yo no se si de lo más importante de mi calle se encarga el PEPRI.

Porque lo más importante de mi calle es su gente: Javier y María Luisa y la Mona y Miguel Gómez y Alejandro el policía y Mariaajo y Pepo y Manolo en su quiosco de periódicos y Jose en el Rabo de Nube y Agustín el del Ras y Encarnita, la tendera de la esquina, y Lupe y Luisillo que a ese si que hay que hacerle un PEPRI especial porque en mi calle ya no quedan niños y yo no se si a esa gente la van a meter en el catálogo.

Porque antes ya había un PEPRI y parece que de este aspecto se ocupaba poco y por eso se han ido quedando huecos en la calle que no pueden arreglar los albañiles, como el de Adolfo con sus perros de caza y su elegancia inglesa o el de Esteban que no era Esteban, sino una sonrisa eterna en medio de mi calle.

Y es lo que yo digo, que si el PEPRI no protege a la gente, qué más me da a mí que proteja las rejas y las tejas.

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