Aún el caso Alhambra

A la clase política le ha interesado mucho menos de lo conveniente que el Poder Judicial fuese fuerte y claramente independiente

Cada día que pasa es la nuestra una sociedad más judicializada, más crispada y necesitada de unos Tribunales fuertes, dotados de medios necesarios para que la administración de la justicia sea lo bastante fluida para no convertirse en injusta. Sí, la justicia tardía, todos lo sabemos, es injusta y si se dilata mucho, hasta puede llegar a convertirse en oprobio, en ignominia y hasta en motivo de inmerecido sufrimiento para los encausados.

A buena parte de la clase política; quizá porque hasta poco hace -y a lo peor aún- ha tenido ínfulas bastantes como para creerse estar por encima del bien y del mal; le ha interesado mucho menos de lo conveniente -a juicio de lo visto- que el Poder Judicial fuese, además de fuerte y claramente independiente, razonablemente pronto, equilibradamente rápido, con momentos procedimentales garantistas y lógica y adecuadamente temporizados, evitándose, así, la prolongación de los procesos en el tiempo, desde instrucción a sentencia, de forma que la eficacia lograda redunde en el crédito, el prestigio y la verdadera utilidad de la propia institución judicial.

Pero esta baja sensibilidad de los políticos, esta evidente falta de dotación de insoslayables medios, este reiterativo, ancestral y casi atávico desinterés, a la hora de elaborar los presupuestos que contemplen partidas realistas a las necesidades para que la Justicia sea más posible, y menos vergonzante para una sociedad que quiere ser moderna y avanzada, nada tiene que ver con la lentitud, la demora, la parsimonia -podría también decirse- igualmente preocupante para la sociedad, de algunas instancias judiciales y especialmente en algunos casos de los que se llegaron a convertir en los denominados como juicios mediáticos, por el interés o presencia de políticos, instituciones, personas o asuntos de especial calado social.

Tal fue en Granada -o lo es aún- el denominado caso Alhambra, que tardó casi doce años -que se dice pronto- doce años, repetimos; hubieron encausados que murieron en ese tiempo; en la fase de instrucción, tres buenos meses en las distintas, necesarias y estresantes sesiones del juicio oral, que acabó el día 19 de diciembre de 2016, quedando visto para sentencia en la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Granada y que, once meses más tarde, subrayamos: camino de un año después, está aún sin sentencia dictada. Esto, tampoco puede ser de recibo. ¿O no?

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