Opinión

Juan / Cañavate

A chage is gonna come

QUE no era eso lo que aventuraba esta semana. Que no tocaba el mal gusto de ver en los escaparates de las librerías las montañas de libros de la Urbano mientras Conrad seguía durmiendo solitario en algún estante del fondo.

Ni tampoco la patológica obsesión de "ellos" por construir aparcamientos y especular con el subsuelo lo que ya no se puede especular sobre él. Ni era tampoco que no sean ya restos arqueológicos como en el Violón o en la Constitución lo que haya que destruir para cerrar el negocio del ladrillo, sino un colegio entero con sus niños y sus maestros dentro y sus padres en la puerta.Ni era que había que destruir el único colegio público que queda ya en el barrio al que no llegan todas las mañanas desde los pueblos de la vega los autobuses cargados de marciales uniformes donde se envuelven marciales niños objetores de la EPC. No era tampoco eso, no.

Ni tampoco la lejana sensación de abandono que generaba la noticia de que ninguna galería de arte granadina estaría en la edición de ARCO de este año. Tampoco era eso, por más que me tocase las narices a mí y a alguno más, como Emilio Almagro que ya bastante lleva con lo suyo y con su galería Sandunga. No era eso, no. Era más bien lo contrario, una sensación casi dulce. De desasosiego, de nervio contenido pero dulce que removía ráfagas de aire limpio y risas familiares de otro tiempo.

Un aire de mañana de domingo de sol y de ventanas abiertas lo que iba dibujando la semana, sin saber de dónde venía ese qué se yo… que se me quedaba en balbuciendo por recordar al más amoroso de nuestros poetas. Hasta que, a mitad de la semana, alguien me mandó un mensaje con un archivo adjunto, un mp3, uno de esos que ponen tan nervioso a Ramoncín que, por cierto, ya debiera llamarse don Ramón que así deben llamarse los que ya andan por los sesenta. Un mp3 con una canción, A chage is gonna come de Sam Cooke y ahí lo entendí todo. Porque igual es un espejismo, un reflejo en la arena del desierto, pero Barak no es sólo el hijo de la suerte, sino además el último de los barka, de la dinastía cartaginesa que peleó, frente a la homogénea disciplina del imperio de Roma, por hacer realidad un mundo diverso y libre; otro mundo posible. Larga vida al heredero de los bárcidas.

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