El lanzador de cuchillos

El charnego amaestrado

Es el producto más acabado de esa Cataluña engallada que afirma que la democracia está por encima de las leyes

El diputado de Esquerra Republicana Gabriel Rufián es la versión camorrista de sor Lucía Caram y la tieta Rahola. Como ocurre con las siamesas del nacionalismo, lo único que le hace destacar en el entorno independentista es su condición freak, de personaje grotesco salido de aquel delirio expresionista que filmó Tod Browning. En ese sentido, los tres -Rufián, Caram y Rahola- están en la línea de la cantante calva o el niño de youtube que imita a Shakira con el sobaco. ¡Pasen y vean al charnego amaestrado! ¡Disfruten con la monja argentina que tararea L'estaca mientras fríe los pestiños! ¡No se pierdan los berridos de La Maruja Soberanista, la mujer capaz de abrir una ostra a diez metros con su taladrante graznido!

El prusés, definitivamente mutado en La parada de los monstruos, pasea también en su carreta del esperpento a Joan Tardá, híbrido vocinglero de hombre y jabalí y al vicepresident Junqueras, ogro llorón, resuelto a convertir Cataluña en una enorme ciénaga, en la que revolcarse y chapotear como y cuando le parezca.

El otro día, en el Congreso, Rufián exigió al presidente del Gobierno, con ese tono suyo tan irritantemente pausado, que sacase "sus sucias manos" de las instituciones catalanas. Nada dijo, sin embargo, de abandonar él mismo el parlamento de un Estado opresor y totalitario que, sorprendentemente, le permite perpetrar sus numeritos semanales y le paga por ellos más de cien mil euros al año. Rufián es el producto más acabado de esa Cataluña engallada que afirma con desparpajo que la democracia está por encima de las leyes y en la que propugnar un país nuevo sin dejar de beneficiarse del viejo se considera inobjetable. Que le pregunten al Barça.

A estas alturas, el diputado Rufián, antisistema que gracias al sistema cambió el H&M por la moqueta del hemiciclo, seguro que sabe que el independentismo es siempre la rebelión fiscal de los ricos. Que nadie se separa para ser más pobre. Así que menos gritos, Milagritos, y menos pendejadas, porque, con su look y su arrogancia de Genny Savastano no puede disimular que funge, en realidad, de guarda de la finca de la acaudalada burguesía catalana. La misma que lo utiliza y lo desprecia -por rojo y por andaluz- a partes iguales.

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