Análisis

Carlos Colón

Del cielo de Woody

Le cayó a Penélope el Oscar del cielo de Woody. Bienvenido sea. No es la mejor actriz que lo ha ganado, pero tampoco la peor. Aunque -para qué mentir- está más cerca de las segundas que de las primeras. Tampoco importa mucho. El neorrealismo demostró que actores no profesionales podían lograr algunas de las interpretaciones más conmovedoras de la historia del cine. El director es, en esto, la mano que mueve las marionetas. Cuanto mejores sean éstas, mejor para la película. Con una excepción, a la que podríamos llamar la excepción Brando: que a la marioneta no le dé por moverse sola creyéndose más inteligente que el marionetista. Movida por Allen, Penélope logró una de sus interpretaciones más convincentes en una película en la que no le era difícil destacar frente a su pálida y sosa contrincante, siempre con aspecto de acabar de despertarse tras una noche de insomnio. Y ello le ha valido un Oscar histórico que, en mi opinión no nacionalista, merecía más Viola Davis pese a la brevedad de su intervención.

Le cayó a Kate Winslet el Oscar del cielo de su talento, que es mucho, pero también del purgatorio de su personaje, que tanto se presta a esos afeamientos y avejentamientos tan gratos a la Academia. Dejando en la cuneta a una Meryl Streep que lo merecía más que ella. A Sean Penn, en cambio, el Oscar le cayó del cielo de su talento, del cielo de la espléndida dirección de actores de Gus Van Sant y del cielo del carácter políticamente correcto y comprometido (social y dramáticamente) de su personaje. Dejando en la cuneta al menos dos interpretaciones -la de Frank Langella y la de Mickey Rourke- que también lo hubieran merecido. Y le cayó a Heath Ledger el Oscar del infierno de su tragedia, arrebatándoselo a un Philip Seymour Hoffman que lo merecía más justo por lo contrario de lo que -además de su temprana muerte- se ha valorado en Ledger: la contención exterior y la tensión interior.

Le cayó a Departures el Oscar a la mejor película extranjera del cielo de las bondades que quienes la han visto dicen que tiene, en dura competencia con excelentes películas de entre las que destaca, por su original concepción visual y su hondura humana, Vals con Bashir. Con el fantasma terrorista tras RAF Facción del Ejército rojo, el del eterno conflicto israelí-palestino tras Vals con Bashir o la exigencia ética y educativa de La clase, tal vez la Academia haya optado por lo menos comprometedor.

Y le cayeron a Slumdog Millionaire sus ocho Oscar de los cielos de la inteligencia, el talento, la originalidad y la habilidad que parecen rescribir como nuevas historias muchas veces contadas. Lejos de la pornografía sentimental que algunos le reprochan, salvo que Oliver Twist o Ladrón de bicicletas sean también pornografía, este casi cuento de hadas que tanto me recordó a las películas de Jacques Demy teje con nuevos hilos el clásico tapiz de chico encuentra chica-chico pierde chica -chico busca y reencuentra chica. No ha sido un mal año.

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