Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Las cigarras

Cabe ver a Andalucía como una oportunidad para que se empiece a hablar de ciudadanos en lugar de territorios

Alguien que me quería mucho y que había vivido no pocos años fuera de Andalucía me dijo una vez, cuando yo era aún adolescente por caer del guindo: "Algún día te avergonzarás de ser andaluz". A estas alturas, cumplidos los cuarenta y recién tomada la cuesta abajo, tengo que admitir que no, que nunca me he sentido avergonzado de ser andaluz, ni dentro ni fuera de Andalucía. Tampoco particularmente honrado, bendecido ni agradecido a Dios por el hecho de haber venido al mundo en esta tierra: si he vivido aquí siempre, si lo hago todavía, es, ante todo, porque en su día decidí quedarme. Y no crean, hasta ahora me ha ido razonablemente bien. Es cierto que por ahí fuera, alguna vez, me han puesto mala cara o me han dejado bien claro que no era bienvenido cuando me ha delatado mi acento, pero hablo en todo caso de ocasiones puntuales, insignificantes ante la buena acogida que suelen prodigar las gentes a donde uno va. Hacer agravio propio de los agravios ajenos me parece una trampa demasiado fácil. De puertas adentro, el empeño de algunos (demasiados) en proyectar una imagen de Andalucía supersticiosa, inculta, machista, folclórica y pobrecita, me entristece, pero no me avergüenza. Motivos hay para proyectar otra imagen. A ellos me acojo.

En días como hoy, eso sí, recuerdo inevitablemente aquello que contaba mi admirado poeta Gabriel Celaya sobre las derrochadoras cigarras andaluzas y las abnegadas hormigas vizcaínas. Ahora parece que unos cuantos han tomado conciencia de la injusticia que entraña un instrumento como el Cupo vasco en un país cuyo sostenimiento parece pasar necesariamente por la desigualdad entre los ciudadanos a tenor de los territorios y sus derechos históricos, pero, con tal de no alentar (de nuevo), el agravio propio a cuenta de los agravios ajenos, consulta uno los informes que señalan a Andalucía como la región más corrupta de Europa y piensa "mierda, a ver si el desgraciado éste de Celaya va a tener razón". Y a lo mejor la tiene, y que Dios me perdone, en el contexto de un debate territorial que se apresuró a asignar a Andalucía la función de cisterna. A pesar de alentar aquello de "ni más, ni menos", tal vez los andaluces hemos sido los primeros en tirar de la cadena.

En días como hoy soy optimista. Veo a Andalucía como una oportunidad para que se empiece a hablar de ciudadanos en lugar de territorios. Para un proyecto de país que no ven ni de lejos quienes tanto hablan ahora de cambiar el modelo autonómico. El futuro de Andalucía y España no es la casa: es el huésped. O no será en absoluto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios