Mirada alrededor

Juan José / Ruiz Molinero /

El compromiso de escribir

A propósito de la Feria que hoy se clausura, en un libro o periódico lo que se busca, además de la posible calidad literaria, es el análisis, el inconformismo social, la denuncia y la independencia

AUNQUE haya sido sólo en el propósito -han faltado, salvo excepciones, libros, conferencias y debates en profundidad sobre el asunto- la Feria del libro que hoy se clausura en Granada ha intentado subrayar el paralelismo que siempre ha habido entre literatura y periodismo, que no se mantiene sólo porque ambos campos utilizan la misma herramienta para realizar su obra, la palabra escrita, sino porque hay algo más poderoso que los une: el compromiso. Aunque a veces sean cosas muy distintas informar, opinar o la pura creación, hay un vértice de unión en ese triángulo singular que hoy, a modo de reflexión apresurada o de mirada rápida, me gustaría recordar a los lectores que se acercan a las casetas este día final o a las librerías el resto del año.

Hay obras literarias que son verdaderos reportajes o reportajes que podrían ser espléndidos pasajes literarios. Pero, quizás, donde converge la línea periodismo-literatura sea en el artículo, que hoy llaman muchos 'columna'. La mayoría de los escritores del XIX y parte del XX concibieron su obra con formato periodístico (Larra, Ganivet, Ortega), pero todos ellos fueron capaces de aunar en sus incursiones periodísticas la calidad literaria, el compromiso social, la denuncia, el análisis, el inconformismo y la independencia. Cuando Émile Zola publicó en L'Aurore, en 1898, su famoso artículo o carta abierta Yo acuso, sobre el caso Dreifus, ponía el acento en el papel y la responsabilidad que le incumbe al escritor-periodista o al periodista-escritor cuando ocupa un espacio de opinión en un periódico y participa en el debate social o político.

Hoy, pese a la auténtica inflación de columnistas, muchos de ellos provenientes del mundo literario, no es frecuente, salvo honrosas excepciones, encontrar esos valores aunados. Hay gente que escribe muy bien, pero no dice nada, no se 'moja', está demasiado amaestrada, mira más su propio ombligo y, de reojo, no molestar a los que les nutren el granero. También proliferan las plumas -y las voces- vinculadas a unos u otros poderes -políticos, económicos, religiosos- que quedan devaluados en ese círculo de independencia que es vital en este panorama.

Hace tiempo que en España ha languidecido, cuando no desaparecido, la conciencia crítica. Muchos intelectuales no salen a la palestra periodística, salvo para hablar de ellos mismos y de su obra. Priva el conformismo, el individualismo y el silencio. Los espacios especializados se reservan, si acaso, a los libros. Y dentro de este capítulo se observa, igualmente, un difícil acceso, limitado por grupos y adscripciones. No falta, incluso, la censura, el veto o la marginación. El público sufre un cierto cansancio por la falta de independencia de los que se acercan a la literatura o a la literatura periodística. Y, sobre todo, por carencia de compromiso con la sociedad y con los mismos lectores, que son los destinatarios finales de toda colección de palabras.

Compromiso, ese iluminado concepto que nos recordaba el poeta argentino Juan Gelman, al recibir el Premio Cervantes -como se decía en la primera página de este periódico el pasado jueves-, capaz de recuperar la memoria histórica como forma de construir "una conciencia cívica, sólida, que abra las puertas al futuro". Era su circunstancia personal y la de su pueblo. Pero válida para todas las circunstancias, personales e históricas, a la que los profesionales de la palabra no pueden renunciar.

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