La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

¡Qué cruz!

Esa fiestecita auspiciada por el Ayuntamiento, ese éxito sin par, se le fue de las manos a las autoridades

Parece que hay alguien en el Ayuntamiento especialmente comprometido en devolver el botellón a las calles granadinas y parece, después de la festiva jornada del pasado miércoles, que lo ha conseguido con las Cruces y con creces. Con las Cruces que parecía ser el momento idóneo para recuperar esa maldición casi olvidada y con creces que era como las calles del Realejo, del Centro y, sobre todo, del Albaicín, rezumaban alcohol, meados, bolsas de plástico, botellas vacías y borrachos la noche del miércoles.

Enhorabuena por el éxito, si ese era el empeño, porque, una vez más, ha vuelto a las viejas calles empedradas el paisaje después de la batalla, y batalla fue aunque con menos bajas de las que pudieran haber sido, lo que había en la Plaza Larga y en su entorno en medio del botellón incontrolado. Panaderos, la Calle del Agua o el Arco de las Pesas eran una ratonera en torno a una barra que fue la excusa perfecta para que, desde las cuatro de la tarde, las multitudes fueran subiendo las cuestas del barrio hasta la Plaza Larga, donde el río de cuerpos y botellas se mezclaba con todo lo que la ciudad podía volcar sobre ese entrañable espacio, incluidos grupos de turistas acompañados de guías de free tour, ese nuevo subproducto laboral de nuestra estructura productiva de vanguardia, que iban mostrando, con el desparpajo y el rigor que les caracteriza, las bondades de la auténtica trompa granadina.

Enhorabuena al que haya parido la descabellada idea, porque imagino que algún agradecimiento habrá recibido de los empresarios de la hostelería y del turismo, esos para los que el Ayuntamiento parece trabajar con tanto interés y de algunos granadinos extramuros y turistas, esas personas que desde otros barrios o desde Loja o Berlín, estarían ayer contentos del espectáculo y de beber sin pausa, sin pensar, sin imaginar siquiera que en el Albaicín también viven personas, vecinos, ciudadanos que tienen algún derecho a que las manadas de incontrolados no se meen en las puertas de sus casas. Porque por mucha propaganda que le echen al asunto, esa fiestecita auspiciada y bendecida por el Ayuntamiento de Granada, ese éxito sin par, se le fue de las manos a las autoridades y anduvo todo el día fuera de control, igual, exactamente igual, que aquellas fiestas de la Primavera que no quiero ni recordar.

La melancolía, el recuerdo o la añoranza de aquel pasado, serán, deben ser, no me imagino otras, las causas que han debido empujar al Consistorio a recuperar aquellos años, divertidos, estoy seguro, para los simpáticos chavales que se meaban en las puertas de nuestras casas, pero sufridos para esos barrios históricos que no son sólo el escenario de maratones, medias maratones, procesiones, cruces o puestas de sol, sino lugares donde vive gente.

Nadie, nadie en estos barrios estará nunca en contra de la fiesta de las Cruces, no olvide señor Alcalde que las hacemos nosotros, pero no gane batallas a costa de nuestro sufrimiento. Se lo ruego.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios