La columna

Juan Cañavate

En defensa de la raza

LA embajada en España del Estado de Israel ha justificado el asalto a un barco con bandera turca en aguas internacionales y la muerte de un todavía incierto número de viajeros y tripulantes, en que esas personas participaban en una misión "política y propagandística", según cuentan algunos medios periodísticos españoles.

Bueno, para ser más exactos, la embajada en España del Estado de Israel no ha justificado con esta pueril excusa este supuesto acto de piratería o presunto crimen terrorista, simplemente lo ha comentado, porque el Estado de Israel desde hace mucho tiempo sabe que no tiene que justificar ninguno de sus actos ante nadie y menos ante España o cualquier otro país democrático.

Probablemente sí que el embajador considere la lejana hipótesis, compartida desde luego con su gobierno, de que igual tiene que justificar alguno de sus actos ante dios. El suyo claro, porque no creo que se vea comprometido con algún otro de los muchos dioses que reclaman el carácter único en la muy amplia y variada colección de religiones monoteístas. Al embajador y al belicoso Estado más bien les basta y sobra con ese Adonai Sebaot, dios de los ejércitos, al que tanta estima tienen los judíos y parece que esto sí que les genera cierto compromiso porque el Estado de Israel basa una parte importante de la necesidad de su existencia en la religión monoteísta judía.

Tampoco parece que el embajador en España del Estado de Israel ni el mismo Estado de Israel se vean en la necesidad o el compromiso de justificar nada ante sus ciudadanos, al menos no ante todos sus ciudadanos ya que una parte importante de ellos, en concreto los que no pertenecen a la raza elegida en el Estado de Israel, viven sometidos a una situación de opresión y violencia equiparable, en los tiempos modernos, a la que sufrieron los hebreos en Europa Central durante el Tercer Reich.

Dicho de otra forma, el Estado de Israel da legitimidad a sus actos en base a dos principios, la religión judía y la raza hebrea. Lo demás no es algo que le quite el sueño. Normas o principios, leyes, sean nacionales o internacionales, son circunstancias sin relevancia que no deben en ningún momento poner en peligro su misión divina y racial y que no justifican por sí mismas su propia existencia como Estado.

Los medios para llevar a cabo esa misión; la violencia, el homicidio individual o colectivo, la construcción de muros, el hambre, el exterminio bah… ¿quién piensa en esas tonterías si no son, en fin, la raza o a la religión?

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