El ferrocarril y el epicentro del terremoto producido por la fusión hospitalaria fracturan nuestra ciudad en dos partes que se alejan progresivamente.

Por un lado el centro y el sur, donde hace años que se producen casi todas las inversiones públicas concentrando cada vez más infraestructuras y servicios clave. Las políticas públicas refuerzan así la tendencia al desplazamiento hacia el sur de las rentas altas y la consiguiente acumulación de inversiones privadas en esta área privilegiada.

La pesada cruz de este proceso es el martirio progresivo al norte de la ciudad. En el extremo, el distrito Norte lleva años siendo ignorado, y las administraciones aplican esporádicamente soluciones policiales a sus problemas, cuando velar por el estricto cumplimiento de la ley debe ser complementado con políticas sociales y de fomento del empleo.

Muy cerca de allí, el Cerrillo de Maracena y la Chana siguen estando aislados de la ciudad por nuestras dos líneas de ferrocarril: la que se dirige al oeste, que debería ser soterrada, y la que se dirigía al norte, que debería haber sido sustituida hace años por un enlace con la línea del oeste a través de una franja reservada para ello en el POTAUG allá por 1999. Aquí, como en Palestina o en Norte América, un muro de la vergüenza acaba con las oportunidades que se podrían generar en estos barrios tan necesitados. Afortunadamente, la sociedad civil granadina es consciente de lo que nos jugamos y vuelve a convocarnos el 12 a las 12 para reclamar la reconexión inmediata y las inversiones necesarias para el soterramiento en la ciudad.

El vecino distrito Beiro también sufre los años de desconexión ferroviaria y, al mismo tiempo, es la zona cero de la fusión hospitalaria. A la pérdida de un hospital público, se le suma la pérdida de uno privado y el traslado de las facultades de Medicina y Enfermería al sur, como casi todo en esta ciudad. Una vez paralizada la fusión, toca ahora resolver los problemas generados por el Gobierno andaluz, compensando a los afectados por una decisión tan errónea y reocupando urgentemente los edificios vacíos con los servicios sanitarios necesarios para que volvamos a tener un hospital completo en el norte. Evitar la pérdida de miles de puestos de trabajo en el comercio y la degradación de todo el distrito implican que el resto del espacio disponible deba destinarse a cubrir otras necesidades de la propia Universidad (hay facultades saturadas), del sector sanitario (las asociaciones de pacientes necesitan una sede común, por ejemplo), o de la administración judicial, que podría acumular sus sedes en esta zona acabando con una costosa dispersión.

Para Granada la unión está siendo clave, no la dividan más.

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