Quosque tamdem

luis Chacón

La estupidez política

CADA vez que tomamos una decisión provocamos consecuencias, propias y ajenas, positivas y negativas. En función de cómo se combinen ambas, el profesor Carlo María Cipolla, catedrático de Economía de la Universidad de Berkeley, dividió a los humanos en cuatro grupos bien diferenciados, Idealistas, Malvados, Inteligentes y Estúpidos. En su divertido libro Las leyes inmutables de la estupidez humana definió al idealista, contraponiéndolo al malvado, como aquel que beneficia a los demás aún cuando se perjudica a sí mismo. Las otras moneda de dos caras, inteligentes y estúpidos, las diferencia en que los primeros obtienen ganancias a la vez que las generan para los demás, en tanto que un estúpido sólo provoca daños, propios y ajenos. Los tipos básicos son combinables. Sin extendernos; se puede ser malvado y estúpido como el tironero que roba un bolso falsificado y vacío pero provoca a quien lo portaba una aparatosa caída y la rotura de unos cuantos huesos.

Y en esas andaba yo, releyendo al interesante Cipolla, cuando me vienen a la mente los líderes políticos que nos hemos dado en suerte y de los que, en mayor o menor medida, depende la formación de gobierno. Y pienso en analizar sus decisiones. Y lo hago con reparo pues aunque hablamos de unos señores que han recibido el apoyo de millones de españoles en las urnas, la segunda ley de la estupidez señala que "la probabilidad de que alguien sea estúpido es independiente de cualquier otra característica que le adorne".

Veamos: el aquí te espero de Rajoy es estúpido pues nadie le va a apoyar si no obtiene algo a cambio; el no es no de Sánchez es estúpido, pues sólo nos lleva a otras elecciones y el ni contigo, ni sin ti de Rivera es estúpido pues desde el gobierno obtendría beneficios y desde el parlamento, no. A Iglesias lo dejamos con sus sonrisas y corazoncitos. Lo inteligente -todos ganan y nosotros también- sería un gobierno de coalición PP-Ciudadanos -Rajoy gobierna y Rivera gana responsabilidades y visibilidad- con la abstención del PSOE, eso sí, a cambio de acuerdos concretos y un férreo control parlamentario que daría a Sánchez altura de líder. Pactar para que todos ganemos se llama inteligencia. Pero aquí preferimos el conmigo o contra mí y nos quedamos como estamos. Con razón defendía el profesor Cipolla que "siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación".

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