Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

El experto

La fase culminante de la actividad es la inactividad; la fase culminante de la oratoria es refrenar la lengua

La estadística juega a mi favor: desde hace 34 años vengo escribiendo en los periódicos granadinos y nunca faltó mi artículo el día acordado, aunque a la hora del cierre todavía no lo hubiera entregado. No debo preocuparme, entonces, porque ahora sean las ocho de la tarde y no tenga escrita ni una sola palabra. Estaréis pensando que, como en el cuento del rey, el cangrejo y el pintor, estoy esperando al último minuto para escribirlo, como el pintor de la historia que da fin a su obra, y dibuja un cangrejo perfecto, sólo cuando el rey enfurecido, después de cinco largos años de espera y de cuantiosos gastos, sube las escaleras de su taller, dispuesto a cortarle la cabeza por su tardanza. Y os maliciaréis que sólo se puede escribir aceptablemente sometido a presión. Sea como sea, de lo que lo que estoy seguro es de que en este momento, lectores pacientes, os encontráis leyendo mi columna, aunque yo no la haya escrito.

Me viene a la memoria, para explicar el fenómeno, la historia Chi Ch'ang -el protagonista del cuento El experto, de Nakajima Tom- que aspiraba a ser el mejor arquero del mundo. Gracias a las enseñanzas de su maestro Wei Fei -de puntería tan certera que, se decía, era capaz de hacer blanco con todas las flechas de su aljaba en la misma hoja de sauce a una distancia de cien pasos-, aprendió a no parpadear y a mirar de tal manera que lo diminuto le parecía llamativo y lo pequeño descomunal. Tres años estuvo practicando hasta conseguir emular al maestro. A los tres años pensó que tendría que matarlo si quería ser el mejor arquero del mundo. Lo intentó, pero Wei Fei consiguió esquivar las flechas de su alumno. Y no vio otra manera de quitárselo de encima y de desembarazarse de aquel peligro que dirigir la mente de Chi Ch'ang hacia una nueva meta; confiarlo al maestro Kang Ying, que le enseñaría a dar en el blanco sin disparar. "Mientras necesites un arco y una flecha continuarás en la infancia de este arte", le dijo Kang Ying, "el verdadero tiro con arco no lo precisa, la fase culminante de la actividad es la inactividad; la fase culminante de la oratoria es refrenar la lengua, la fase culminante de disparar es abstenerse de hacerlo". Aprendido esto, Wei Fei regresó a Hantan, su aldea, y nunca más volvió a disparar una flecha, aunque pájaros y ladrones evitaban aproximarse a su casa, por si acaso. Su reputación fue en aumento. Cuarenta años después abandonó este mundo sin haber mencionado ni una vez el tema del tiro con arco y sin tocar ninguno. Después de esto, en su aldea, los pintores tiraron sus pinceles, los músicos rompieron las cuerdas de sus instrumentos y los columnistas se avergonzaron de ser vistos tecleando sus ordenadores. Por mi parte he olvidado cómo se escribe un artículo. De lo que es una columna periodística. Pese a todo, generosos lectores, estoy seguro de que hoy habéis encontrado mi artículo en el mismo sitio de todos los jueves.

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