¿Un filósofo en el Elíseo?

Tras ese rostro aniñado y talante comedido de Macron, deben ocultarse muy variadas capas

Emmanuel Macron está destinado a convertirse en un personaje literario, al que cada día se le descubrirán nuevas facetas y todas sorprendentes. No tardarán en surgirle biógrafos, aunque no va a ser fácil ceñirlo ni acotarlo. Tras ese rostro aniñado y talante comedido, deben ocultarse muy variadas capas. Es mucho lo que ha vivido y, sobre todo, leído, que es la mejor fuente de experiencias. Nos ha asombrado con su capacidad demiúrgica para crear de la nada un dispositivo político, suministrarle ideas y programas, y convencer para que se entreguen y le voten. Un milagro para un tipo de 39 años y nuevo en las lides políticas. Por eso han querido enmarcarlo con cuatro fáciles pinceladas: niño bien, estudios en la prestigiosa escuela en la que Francia forma a sus mejores dirigentes, experiencia como banquero de inversión. Y finalmente, el presidente Hollande se hizo eco de la brillante aureola que lo envolvía y le dio entrada en su Gobierno como ministro de Economía. Después, Macron ha sabido jugar hábilmente para que no le identifiquen ni como traidor ni como heredero.

Pero estos datos coinciden con la trayectoria de otros políticos del momento. La sorpresa mayor estriba en un rasgo del que apenas se ha hablado, ni siquiera el propio candidato. Antes de introducirse por los pasillos de la alta administración, finanza y política, Macron estudió filosofía, fue el colaborador Paul Ricoeur, quizás el filósofo francés del siglo XX de mayor incidencia, después de Sartre, y autor de uno de los libros que ha prestado mejor servicio, en los últimos tiempos, a la comunidad universitaria e investigadora: La memoria, la historia, el olvido. Pues bien, en ese celebérrimo libro, publicado en 2000 -y traducido al español en 2004- Ricoeur, en su primera página, ya rinde un elogioso tributo a la labor y "crítica pertinente" de Macron. Se abre así, pues, uno de los misterios dentro del intenso trasiego vital del nuevo aspirante al Elíseo. Si sus posibilidades y actitudes filosóficas eran ya entonces tan reconocidas, qué sentido debemos darle a los nuevos pasos emprendidos. ¿Fue un abandono de las ideas etéreas del filosofar, seducido por el sustancioso mundo de las finanzas y la política? O bien, ¿se ha enmascarado provisionalmente como político impostado, para una vez en el poder ejercer de nuevo como filósofo? Sea como sea, Macron es un enigma, pero un enigma que lleva detrás muchas lecturas y reflexiones. Lo cual es de agradecer, dada la analfabeta previsibilidad que reina en la política.

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