La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El fin de la tolerancia ilimitada

El talón de Aquiles de las democracias occidentales es la permisividad suicida, la tolerancia ciega

Las imágenes más terroríficas que el atentado de Londres nos ha dejado no son las del pánico y las víctimas, sino las de documental del británico Canal 4, emitido el año pasado, El vecino yihadista. En él se ve a uno de los terroristas asesinos, Khuram Shazad Butt, desplegando una bandera del Estado Islámico y orando junto a otros islamistas radicales… ¡en Regents Park! Apología del EI y la yihad en público y ante las cámaras. Se le ve también mientras uno de sus compañeros -Mohamed Shamsuddin, seguidor del predicador Omar Bakri, conocido como el ayatolá de Tottenham- se enfrenta agresivamente a un policía que con educación y contención les recrimina su actitud. Además el asesino terrorista había sido denunciado a la policía por sus vecinos porque hacía apología del yihadismo entre los niños del barrio y se le había oído decir "estoy dispuesto a hacer lo que sea en el nombre de Alá, incluso matar a mi madre". Que este tipo disfrutara de la libertad que le permitió cometer sus crímenes arroja una pesada responsabilidad sobre las autoridades y sobre quienes opinan que actuar con rigor favorece a los terroristas. Muy al contrario: es la tolerancia ciega la que les permite crecer y asesinar.

El talón de Aquiles de las democracias occidentales es la permisividad suicida que ha permitido que este fenómeno crezca a plena luz del día y ante las cámaras, amparado por los derechos a la libertad de expresión y de culto. Ni una ni otra pueden amparar las llamadas al exterminio de quienes no profesen esta versión radical de su religión.

La importación de la imagen de los fundamentalistas con la bandera del EI a Regents Park simboliza terroríficamente esta mala interpretación de la tolerancia. Los asesinos de Londres eran musulmanes radicales con nacionalidad británica e italiana y orígenes paquistaní y marroquí. Y los tres eran conocidos por la policía. En el siglo XVII escribió Locke: "No es razonable que tenga plena libertad religiosa quien no reconoce como propio principio el que nadie debe perseguir o perjudicar a otro por el hecho de que éste disienta de él en un asunto religioso". Tres siglos después escribió Todorov: "La tolerancia ilimitada favorece a los fuertes en detrimento de los débiles… Si se tolera a los tigres en el mismo recinto que otros animales quiere decir que estamos dispuestos a sacrificar los segundos a los primeros, lo que es tan bárbaro como absurdo".

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