Los fugitivos

¿Eso era todo? ¿Ni si quiera se van a disculpar ante los suyos por haber fracasado en la empresa?

Uno, la verdad, no esperaba mucho de la grey golpista, ahora dispersa y a la fuga. Debo decir, no obstante, que hubiera preferido cierta nobleza en la derrota. No me refiero, como es lógico, a que el señor Junqueras hubiera debido refugiarse en un asador, o que la señora Gabriel tendría que haberse hecho fuerte en una perfumería. No; no me refiero a eso. Uno y otro están bien donde están, sin necesidad de acudir a martirologio alguno. Lo llamativo, sin embargo, lo sorprendente y desalentador, lo que causa una profunda y sobrecogida vergüenza, es que estos señores hayan declarado la república catalana y luego se hayan ido a su casa, como quien da de mano en una obra. ¿Eso era todo? ¿Ni si quiera se van a disculpar ante los suyos por haber fracasado en la empresa? Una empresa, por cierto, ridícula y mendaz, totalitaria y ruinosa, que ha comprometido la tranquilidad y la hacienda, no sólo de los catalanes, sino de España toda. Pero, siguiendo con el asunto, ¿estos señores no tienen nada que decirnos, no tienen nada que reivindicar? ¿Ya no quieren defender nada?

Otro día, si les parece, hablaremos del señor Montilla, que compareció con suma solemnidad tras la aprobación del 155, pero no encontró motivo alguno para comparecer cuando el señor Puigdemont trituró la legitimidad del Parlament con sus extravagantes votaciones. Ahora, sin embargo, debemos centrarnos en los autores del putsch, y en el modo, entre frívolo y desganado, con que se desentendieron de él. El día de la proclamación, el señor Coscubiela les exigió que votaran públicamente, por respeto a todas aquellas personas, participantes o no, que se verían concernidas por una decisión de tal importancia. A la señora Gabriel, no obstante, y a sus compañeros de aventura, dicha razón no les pareció ni suficiente ni razonable, y en consecuencia votaron en secreto, para que sus señorías no corrieran peligro alguno. ¿Cómo explicar un comportamiento tan poco airoso en los próceres de la República? Acudir a su carácter pusilánime no sería suficiente; y subrayar su manifiesta poquedad intelectual nos deja aún pendientes de tal incógnita: ¿por qué los independentistas se comportan como si no hubiera pasado nada?

Sólo se me ocurre una explicación solvente. Esta tropa descabellada y ruin actuó, no como caudillos políticos, sino como clientes de un gran almacén. El cliente llega, exige, y se marcha a continuar su expedición triunfal. Qué ha comprado el señor Junqueras, no lo sabemos. Sí sabemos, en cambio, lo que nos quería vender.

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