Vamos a ignorar los desatinos que nos han conducido al precipicio. Vamos a declarar lo obvio: un independentista es tan respetable como un unionista mientras ambos respeten la ley. Vamos a postular que lo progresista es derribar fronteras y no levantarlas, que la atomización territorial multiplicará las élites extractivas y provocará la construcción de un feudalismo económico, de una Europa inestable y amenazada por el nacionalismo que tanta miseria y muerte ha generado en el pasado inmediato. Vamos a hacer público el convencimiento de que la única salida es ya la celebración del referendo que pide la mayoría de la población catalana y que, ahora, supondría casi inevitablemente la escisión del país. Vamos a imaginar cómo se puede rebajar el suflé secesionista y ganar la consulta. Vamos a lanzar ideas.
1.- Iniciar una negociación que pacifique el conflicto.
2.- Lograr tiempo, pedir algo tan razonable como un año por siglo de vida en común, o sea cinco, para la celebración de la consulta.
3.- Pactar una mayoría cualificada en el censo (¿80%?) y en los resultados (¿60%?) para consagrar el cisma. ¿El argumento? Si los independentistas ganan, jamás permitirán una votación para revertir la situación; si pierden, pueden exigir otro sufragio, uno por generación.
4.- Aplicar la doctrina Trudeau: si España es divisible, Cataluña también lo es. El derecho de autodeterminación vale para los dos lados del Ebro, lo que haría prácticamente imposible la pérdida de Barcelona, la provincia capital y en la que se concentra la mayoría del voto unionista. Si no se gana en las cuatro provincias, Cataluña seguiría siendo española o se descuartizaría.
5.- Plantear con sinceridad una reforma de la Constitución que posibilite el cambio del modelo territorial y un mejor acomodo de Cataluña en España.
6.- Crear comisiones con presencia internacional que aseguren la imparcialidad de los medios de comunicación públicos estatales y autonómicos, garanticen la veracidad en algunas asignaturas escolares, especialmente la Historia, y eviten que con el dinero público se subvencionen congresos destinados a fomentar el rencor, como el reciente 'España contra Cataluña'.
7.- Inaugurar un debate sereno para explicar las ventajas y los inconvenientes de un destino común.
8.- 'Catalanizar a los españoles', forrar los balcones patrios con la senyera (es una metáfora), fomentar campañas de promoción del consumo del fuet, el cava y otros productos catalanes.
9.- Enfundar la porra y empezar a cruzar algún mensaje de amor. Hacer exactamente lo contrario de lo que hasta ahora hemos hecho.
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