Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

No me gusta

Hay gustos como colores, y eso es saludable. Tantos como tiene el arcoíris, la nueva bandera de las libertades

En la era del 'Me Gusta' rampante, decir "no me gusta" suena a ser aguafiestas, disidente o tocapelotas.

Cada época tiene sus dogmas y esta, levantada sobre los cimientos de una crisis tan económica como moral, los tiene. Ser minoría se ha convertido en vitola. Pero toda época tiene también sus pepitos grillo. Javier Marías, nada menos que en el boe de la oligarquía progresista consolidada, se atreve a decir que nada menos que una poetisa lesbiana como Gloria Fuertes no pasó de ser una simpática rimadora para niños grandes o pequeños, con su punto naif y su gracejo, pero sin relieve ni brillo.

Las piras se encendieron en todos los máster e institutos de la cosa esta del género, donde, sin ningún género de dudas (ese virus intoxicador de dudar tan neomachista) arremetieron contra este escritor heteropatriarcal y falócrata que, desde la estructura opresiva en la que participa, cuestiona la nueva verdad inmutable del buen gusto LGTB-feminista. Y mucho ojito con disentir que te cae la jauría mediática encima con la impiedad que le caracteriza.

El peligro de dictar gustos literarios, antes o ahora, como bien señala Marías en su artículo, es que, con tanto machaqueo sobre el tema del género, surgen voces discordantes no por el fondo de igualdad y equidad ya generalmente aceptado, sino por el peligroso efecto 'Canción de los pajaritos', es decir, que algo que parece grato y deseable, de tanto repetirse hasta la saciedad día y noche, acábase aborreciendo, como pasó con María Jesús, su acordeón y sus pajaritos que ya solo solicitan en los viajes del Imserso a Benidorm o Torremolinos.

Recuerda este dirigismo del gusto a aquellas loas a los poetas del régimen de antes que hoy han vuelto a su justo olvido. No, no todo poeta es Góngora o Cernuda, por mucho que ahora se afanen en abrirnos los ojos sobre las 'grandísimas' (?¿) poetas del 27 de las que, obviamente, nadie supo, algo que sí hicimos con Laforet, Matute o Martín Gaite por el mero hecho de ser buenas escritoras de historias.

Hay gustos como colores, y eso es saludable. Tantos como tiene el arcoíris, ese que recuerda la nueva bandera de las libertades. Todos deseamos que esta cruzada por dar más libertades no se torne un marcarnos lo que leer ni, por supuesto, pensar, no vaya a ser que esto acabe en hacer hogueras otra vez con los libros mismos.

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