La ciudad y los días

Carlos Colón

La huelga que nació fracasada

FRACASÓ la huelga. Por tardía. Por torticera. Por acomodaticia. Por no proponer alternativas viables. Por haber ignorado durante demasiado tiempo a más de cuatro millones de parados. Por hacerse contra un Gobierno afín al que se quiere sacudir sin lastimarlo demasiado (y que a su vez ni quiere enfrentarse a los sindicatos ni puede dejar de hacer lo que está haciendo). Por hartazgo de una ciudadanía dispuesta a aceptar sacrificios por el bien común, lo que incluye el propio, pero harta de demagogos: Zapatero se merece esta y todas las huelgas que le echen encima, no por las medidas que ahora toma, sino por no haberlas tomado antes, por haber negado la crisis primero y haberla afrontado mal después -lo que retrasará nuestra recuperación y exigirá más duros sacrificios-, por el patológico narcisismo político que le ha llevado a ignorar la realidad como las viejas coquetas evitaban los espejos: para no ver su bello rostro progresista afeado por arrugas neoliberales.

Fracasó la huelga. Mientan cuanto quieran los sindicatos dando cifras desmentidas por los ojos. Quien ayer se moviera por Sevilla por motivo de trabajo o de ocio pudo ver que el seguimiento fue discreto. Recorrí por la mañana la ciudad del centro a la Resolana, de Los Remedios a Capuchinos, de la Cartuja al Prado, y como todo aquel que lo hiciera estoy en condiciones de decir que el 76,8 por ciento de seguimiento que anunciaban los sindicatos al mediodía es exageración o mentira. Y eso que se produjeron ilegales cortes de accesos a la ciudad en la A-IV, la A-92 y la A-49, disueltos por la policía en actuaciones que fuentes sindicales han tenido la desvergüenza de llamar "bestial y beligerante piquete establecido por el Gobierno con las fuerzas de seguridad del Estado". ¿Va a resultar ahora que impedir que se corten carreteras o que los piquetes coaccionen a los trabajadores que no secundan la huelga es bestialidad y beligerancia?

Ni los sindicatos son inútiles ni debe bajarse la guardia ahora que el Estado del Bienestar está comprometido y la socialdemocracia en horas bajas. Los que son inútiles son estos jurásicos sindicatos mayoritarios que, al afrontar con discursos rancios realidades superadas, descuidan la defensa de los intereses reales de los trabajadores (palabra que, por otra parte, ya no quiere decir lo que hace un siglo: su primera acepción es "que trabaja" y "jornalero" u "obrero", la tercera).

Son las dos de la tarde. Se ha disuelto la multitudinaria manifestación y se han llenado los bares que, para gozo de los sedientos manifestantes, no han secundado la huelga.

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