Es vox populi que Javier de Burgos, conocedor -como buen motrileño- de la idiosincrasia granadina, era sin embargo un vehemente opositor a ésta, siendo él mismo quien propuso a Isabel II la separación de la región granadina en varias provincias al presentarle su división administrativa, al considerar a ésta un desafío para los ideales afrancesados isabelinos que él profesaba. Y es que hasta que en 1833, con su división interesada, él e Isabel II acabaran con este reino centenario, en los documentos oficiales se solía diferenciar entre Granada y Andalucía. Incluso en la Administración militar, judicial, universitaria y eclesiástica Granada siempre ha sido el centro administrativo en relación a Jaén y Almería, cuyo origen remoto se encuentra en el Reino nazarí de Granada. Es más, en 1492 los Reyes Católicos instauraron el Reino de Granada, que duraría hasta ese triste 1833. Reino que hoy incluso perdura en el escudo de la bandera de España. Y es que Isabel y Fernando eran reyes de Aragón, de Castilla…, pero también de Granada, teniendo el mismo derecho que los otros reinos españoles a su autonomía.

Hoy, al igual que los valencianos no querrían ser aragoneses ni los asturianos castellanos, buena parte de los granadinos querría que se reconociera nuestra identidad regional, que sobrepasa el mero hecho histórico, llegando hasta la actualidad, siendo la historia de Andalucía Oriental paralela y distinta a la de la Andalucía sevillana, gaditana o cordobesa.

La singularidad granadina alcanza a todos los ámbitos, no nos identificamos con la extroversión, los bailes, la jarana, el folklore, o el acento sonoro de Andalucía Occidental, aquí ni se sesea, ni se cecea, nuestro acento es tan seco como el castellano, y sólo abrimos o cerramos vocales para distinguir el singular del plural. Además, hemos sido injustamente identificados con una vagancia sureña absolutamente inexistente en Granada.

Al igual que UCD ya en su día apoyó la idiosincrasia granadina, quizás haya llegado el momento de reconocer sin complejos nuestra identidad histórica y nuestras costumbres, ya que los granadinos tenemos una personalidad enérgicamente marcada y diferenciada. Recordando a Francisco Seco de Lucena, sus palabras cobran una inusitada actualidad cuando decía, allá por 1898, que: "La verdadera causa de nuestra decadencia sólo debe ser atribuida a la falta de amor al país nativo y a las cosas de la tierra (...) La centralización ha matado las energías regionales (…) Los grandes males del centralismo son los Ministros, los diputados cuneros, que no encuentran en el mapa sus distritos y los caciques". El abandono actual frente al despegue inalcanzable de Sevilla y Málaga, nos demuestra que nada ha cambiado en más de un siglo, y que seguimos postrados en el olvido del centralismo otrora madrileño y ahora sevillano.

Despojados de casi todos nuestros derechos y privilegios históricos, tenemos legitimidad para reivindicar ese influyente y prestigioso pasado, pero también un presente y un futuro mejor y más acorde con el siglo XXI para nuestros habitantes, a la vista de la inoperancia administrativa y política de esta CCAA durante 36 años en un territorio casi tan extenso como Portugal (Andalucía: 87.268 km2 y Portugal: 92.090 km2). Cuando se reforme la Constitución es el momento de reclamar nuestra identidad regional en consonancia con nuestra historia y realidad diferenciada. No es más de lo que se les ha dado como derecho natural al resto de regiones de España. Lo contrario es una injusticia territorial… la que ahora padecemos…

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