Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Los indultos

ESTE inamistoso y áspero mes de agosto hemos descubierto que además de las obras públicas, las fluviales, las porturarias, las de misericordia, las benéficas y las dramáticas existen las obras indultadas, un concepto novísimo acuñado por el Gobierno para ejercitar la última voluntad con los proyectos previamente condenados a muerte. Granada tiene dos obras indultadas, el segmento final de la A-7 y parte de la segunda circunvalación. ¿Hay que alegrarse de tener dos obras resurrectas? Hay quien cree que sí, que el hecho de que la misericordia socialista haya dispensado de la muerte un par de obras merece lanzar las campanas al vuelo, salir en rogativa y cantar los himnos de David. Yo opino lo contrario: si tenemos obras indultadas es porque antes fueron sentenciadas, y esa condena inicial difícilmente se puede borrar del todo con el ejercicio de la indulgencia. Cuando un tórrido mediodía el ministro de Fomento, José Blanco, dio a conocer la lista de intervenciones a las que la magnanimidad del Consejo de Ministros había salvado la vida con una inversión extraordinaria reviví la escena memorable en que Pepe Isbert, con su maletín de verdugo, espera muerto de incertidumbre en una dependencia de la cárcel la llegada del telegrama de otro consejo de ministros con el indulto. ¡Puro cine de Berlanga!

Yo no sé si hay que atribuir la redención de ambas obras a las dudas y contradicciones tan habituales en el Gobierno de Zapatero o a un mal truco de retórica política para paliar la irritación ciudadana por la sangría de los recortes: primero se anuncia la gran escabechina de la obra pública y luego se ejercita la obra de misericordia. Sea cual sea la solución correcta, en ambos casos el procedimiento es lamentable. Si hay que atribuir el indulto a la inseguridad del Gobierno la vacilación deja malparados a Zapatero y sus ministros, y si obedece a una estratagema para rescatar parte de la simpatía perdida la solución es mezquina.

Pero especulaciones aparte, lo cierto es que este mes de agosto Granada ha obtenido el premio de las dos obras indultadas. Y una vez recibida la gracia sólo nos queda esperar a que termine la convalecencia y las constructoras regresen al tajo animadas por los millones frescos, el único alimento capaz de reanimar los fluidos corporales de estas corporaciones que merecen capítulo aparte, pues una vez iniciada una obra hasta los gobiernos quedan a merced de las variaciones presupuestarias y de plazos que dictan sus conveniencias.

En Motril, sin embargo, siguen dudando incluso de la efectividad de los indultos. Y hacen bien en vigilar. A la provincia, y a la Costa en particular, se le ha sometido a demasiadas encerronas como para creer en milagros.

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