Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

El infierno de Juana Rivas

Queda claro que la madre de Maracena no estuvo bien asesorada y ha tenido suerte vivir en el XXI y no en la Edad Media

Empezaba yo en el periodismo y Pedro Pacheco lanzó un tweet avant garde en el que pregonaba que "la Justicia es un cachondeo". Tres décadas después el exalcalde de Jerez pena en la cárcel por delitos contrastados (aunque entre ellos no figura el de sustraer dinero en provecho propio), padece otra condena por costear con fondos municipales las obras en Almonte de la casa de la hermandad de los rocieros jerezanos y no pudo salir a pasear al patio porque encontraron en su celda una cruz de madera hecha a mano y 18 libros, cuando sólo están permitidos diez.

Amén de delinquir, Pacheco pecó de osadía y de ignorancia, porque está escrito en las estrellas que desobedecer o cuestionar a la Justicia es gafe, suele desatar una serie de calamidades ininterrumpidas para el autor de la profanación. Sucede ahora con Juana Rivas: tiene difícil la absolución total, no tanto por huir con sus hijos de Italia como por no devolverlos de inmediato a su padre cuando un juez lo ordenó.

La Justicia es sagrada, los sacrilegios se pagan y Juana se enfrenta a un nefasto alineamiento planetario y a la petición de un fiscal para que pierda durante seis años la patria potestad y pague también el error con cinco años de prisión (dos años y seis meses por cada crío). Es evidente que el fiscal ha ido al copo, ha disparado por elevación, y ya llegarán las rebajas de la temporada primavera-verano que considerarán los atenuantes y eximentes que permitirán dulcificar la sentencia. Juana alegará que estaba convencida de que los niños podían ser víctimas de maltrato, que era preferible retener a los dos para que los hermanos no vivieran separados o cualquier otra circunstancia que facilite a la juez un fallo absolutorio, indulgente o inferior a los dos años que le eviten la cárcel.

Mientras tanto, queda claro que la madre de Maracena no estuvo muy bien asesorada y que ha tenido suerte de que el proceso tenga lugar en el siglo XXI. Si esto sucede en la alta Edad Media, cuando la letra de la ley poco o nada tenía que ver con la Justicia y las constelaciones astrales eran frecuentes y terribles, le montan un auto de fe y la chamuscan en la hoguera antes de seguir prendiéndole fuego eternamente en el infierno. Para el futuro, además de un abogado, haría bien en contratar a un astrólogo.

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